Seminario 16, Clase 22:
Paradojas del acto psicoanalítico
Retoma Lacan el título
del Seminario De un Otro al otro, subraya que el objeto a está en el título
mismo y es la apuesta de su discurso. Apuesta y acto van a participar del acto analítico.
Toda apuesta conlleva un acto y el acto está en relación al objeto a.
Recordamos lo
trabajado en varias reuniones sobre la Apuesta de Pascal, en francés enjeu
(apuesta, jugada) es homófono a En-Je (en yo-je). El objeto a está ubicado en
el campo del Otro y definiendo un juego (de palabras por homofonía).
Siguiendo con el
título del Seminario nos preguntamos, qué es el Otro para el psicoanálisis. El
desarrollo que hace Lacan, durante todo este Seminario, sobre la Apuesta de
Pascal, nos ayuda a debatir y nos remite al dios de Pascal, dios de los judíos
y la diferencia con el dios de los filósofos un Otro con mayúsculas. El dios de
los judíos, no se plantea él mismo como Uno, no dijo que era el único dios sino “yo soy lo
que soy”. Allí donde no está, no hay otro al mismo tiempo que él. Se trata de
un Otro no consistente.
La verdad y el
saber vuelven a tomar un papel principal en esta clase. Verdad distinta de
saber plantea Lacan. La verdad tiene estructura de ficción, está del lado del
deseo, de la división subjetiva y el saber queda ubicado en relación al objeto
a. El objeto a se produce en el saber (A Otro) cadena significante S1, S2 . “El
análisis articula objeto a como (…) casusa de deseo, es decir la división del
sujeto, de lo que introduce en el sujeto lo que el cogito enmascara, a saber,
que al lado de este ser con el que cree asegurarse, el a es, esencialmente y de
origen falta.”[1] El objeto a
queda enmascarado.
Se propone
pensar el acto analítico, tanto en la entrada de un análisis, como en su final. Encontramos una primera paradoja
del acto analítico en el inicio del análisis: Una incitación al saber por parte
del analista, vía la regla fundamental, empuja al que decide comenzar a hablar,
lo instituye como sujeto supuesto al saber, diciendo “diga cualquier cosa, será
maravilloso[2]”. Al
mismo si se toma la palabra del analista y decimos todo lo que se nos ocurre, nos
encontramos queramos o no, sepámoslo o no, con Otro que sabe lo que eso quiso
decir. El neurótico instituye al sujeto supuesto saber. “El neurótico procura
saber (…) al comienzo de la experiencia analítica, no tenemos ninguna
dificultad para incitarlo, en suma, a dar fe a este Otro como al lugar donde el
saber se instituye, al sujeto supuesto al saber.”[3]
Con respecto a
la interpretación, si bien se articula como saber, apunta a un “efecto de saber
por estar articulado allí, que vuelve sensible como su verdad”[4]. Recordemos que
la verdad en esta clase queda ligada al deseo.
En el ser vivo
se vehiculiza una verdad como asexuada, tiene función y posición sexuales,
“resulta de ello que el resultado es no hay relación sexual (…) donde una relación
es una relación lógicamente definible”[5] (agregamos, una
relación de proporción donde está el
falo en juego). Falta una relación definible como tal, entre signo macho y
hembra. Plantea Lacan aquí una segunda
paradoja, por un lado no hay acto sexual, ya que el acto implica una justa
relación, proporción y por el otro lado no hay más que el acto sexual, “en el
sentido de que no hay más que el acto sexual”[6] (puede nacer un
niño) para hacer la relación. La dimensión propia del acto es el fracaso, del
acto sexual y de todos los actos. La castración se ubica en el centro de la relación
sexual.
Volvemos a poner
énfasis en el saber, en tanto produce el objeto a. “El a sustituye el hiato que
se designa en el atolladero de la relación sexual y redobla la división del
sujeto dándole su causa, que hasta allí no era asible”[7]
porque lo propio de la castración es que nada puede enunciarla, está ausente su
causa. En su lugar encontramos al objeto a, sustituyendo la falla del sujeto.
La castración es lo que hace enunciar, priva de la enunciación. Podemos pensar
como ejemplo el corte de sesión.
En la entrada en
análisis, el analista es quien invita mediante al regla fundamental, a caminar
y encontrarse con el sujeto supuesto saber. Se trata de una incitación al saber
que conduce a una verdad. En el fondo de la relación analítica, se parte de un
extremo, plantea Lacan, en donde nos aislamos con otro para enseñarle lo que le
falta. Un analista dirá: “No estoy ahí, por su bien, sino para que me ame.”[8] A partir de allí
nos topamos con todos los problemas que acarrea la transferencia. El fin de
análisis producirá una evacuación del objeto a y por lo tanto el analista mismo
cae, al representar su en-si-en forma de a, cae como ficción rechazada.
Lacan se
pregunta en relación al acto analítico: ¿un analista sabe qué es un análisis y
a qué conduce? ¿Cómo puede proceder su
acto? y finalmente ¿un analista sabe o no lo que hace en el acto analítico?
La psicología
del yo responde estas preguntas desde una relación- nido (como la llama Lacan en el Seminario de la
angustia), interpretando a la transferencia. Reduce la demanda a las
necesidades de donde se han tomado ciertos significantes. Persigue las secuelas
de la frustración reeducando emocionalmente al sujeto, reduciéndolo a
replantear su demanda vía sugestión. La respuesta total del analista es una
interpretación clara, universal, rígida que intenta regular la pulsión, con conductas
de un analista neutral. La neutralidad consiste para los pos freudianos, a
grandes rasgos, en no responder a la demanda para frustrar al sujeto “callarse,
no ver nada, no escuchar nada”[9].
Frente al callar,
propone Lacan, la voz del analista como nudo de lo que el decir hace palabra. No
ver se contrapone con la mirada del analista también nudo de todo lo que se ve;
y finalmente los dos objetos restantes, el seno y el excremento traducidos en
este Seminario como dos demandas en las que el deseo se deslizó. Dos demandas
que pugnan el universal no escuchar nada pos freudiano. Es interesante resaltar una
clave clínica en relación a la presencia del analista. La presencia del
analista es lo ininterpretable, se trata de una captura del analista en el objeto
a. Interpretarla, marca Lacan, convocaría al acting out.
Encontramos
algunos esbozos del discurso del amo y del analista, que anticipan la temática
del Seminario siguiente. El analista con su acto hace de amo, porque
interpreta, pero también hace al amo. Es decir instituye al inconsciente como
amo. A diferencia del acto del masoquista, quien es verdaderamente amo, porque
al fracasar sigue gozando, necesita al Otro.
Verónica Castro
[1]
Lacan J. (2008): De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969).
Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 312
[2]
Lacan, J. El Seminario Libro 17 El
Reverso del Psicoanálisis. Paidós, 1° ed 1992, 7° reimpresión 2008, Bs. As.
Pág. 55
[3]
Lacan J. (2008): De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969).
Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 313
[4]
Lacan J. (2008): De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969).
Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 313
[5] Lacan
J. (2008): De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969).
Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 314
[6]
Lacan J. (2008): De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969).
Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 314
[7]
Lacan J. (2008): De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969).
Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 315
[8]
Lacan J.: La Transferencia, El seminario,
Libro 8. Bs. As., Paidós, 2006. p. 24
[9]
Lacan J. (2008): De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969).
Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 318
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