LA SATISFACCION EN LA ESTRUCTURA DEL SUJETO


Autor: Juan Pablo Marino
e-mail: marino.jp@gmail.com
Investigación: UBACyT
Área temática: Psicoanálisis

Resumen:
Este trabajo se propone cuestionar, en un primer momento, la noción de satisfacción tomando en cuenta dos categorías: goce y plus-de-gozar. Al plantear el goce como irrealizable, y el plus-de-gozar como una práctica de recuperación de goce, es posible aislar el objeto a. En una segunda instancia, se postula la estructura significante para pensar la noción del sujeto. Y, por último, se establece la relación entre el sujeto y el objeto a, formalizada por Lacan como fantasma, ($<>a).
Palabras clave: goce, plus-de-gozar, sujeto, objeto a.

THE SATISFACTION IN THE SUBJECT STRUCTURE
Abstract:
This paper intends to question, at first, the notion of satisfaction taking into account two categories: joy and surplus-enjoyment. By raising enjoyment as undoable, and the surplus-enjoyment as a practice recovery of joy, it is possible to isolate the object a. In a second instance, the significant structure is postulated to think the notion of the subject. And finally, it establishes the relationship between subject and object a, formalized by Lacan as the ghost, ($ <> a).
Key words: joy, surplus-enjoyment, subject, object a.


Introducción
Nuestra investigación se centra en la revisión de la satisfacción en el campo del sujeto, partiendo del Seminario De un Otro al otro, de J. Lacan. El mismo nombre de la investigación nos plantea, en principio, una doble problemática: por un lado, la noción de satisfacción, y, por otro, la estructura que nos propone Lacan para pensar al sujeto. En ambas problemáticas va a estar implicada la incidencia del discurso en el universo humano, o sea, no vamos a poder abordar la satisfacción ni la estructura del sujeto sin referirnos al discurso.

Acerca de la satisfacción: entre el goce y el plus-de-gozar
Freud nos presenta la satisfacción a partir de una experiencia mítica, como un primer encuentro entre el niño y un objeto que habría colmado la excitación producida por la necesidad. Cuando el estímulo interno se vuelva a suscitar, el aparato anímico intentará repetir –buscando una identidad perceptiva– aquella percepción asociada con la satisfacción de la necesidad. Se trata de una satisfacción vía alucinatoria, en la que no hay un objeto que colme la necesidad, sino que hay un esfuerzo por repetir la experiencia mítica. Como no hay encuentro con el objeto, porque el objeto está inevitablemente perdido, Freud nos dice: “La satisfacción no sobreviene, la necesidad perdura”1. El dilema que surge es que siempre que hablamos de satisfacción, está presente la insatisfacción, es decir, no hay relación sujeto-objeto.
Todo lo que queda del objeto perdido es una marca trazada por la incidencia del discurso. El significante crea un objeto que nunca estuvo en la estructura, y que se enmarca como objeto perdido. En el origen, lo que se inscribe, es una falta: una falta de objeto que habría posibilitado la satisfacción plena. A esta satisfacción plena, Lacan la llama goce.
A partir de este postulado, es posible sostener que no hay goce posible para el sujeto, sino de lo que se trata es de una pérdida de goce. Siempre que hablemos de goce, se trata de un menos; es una pérdida inaugural que queda inscripta por una marca significante. Esta marca indica, entonces, una pérdida de goce, a partir de la cual nos anoticiamos o suponemos retroactivamente un goce mítico.
El hecho de que el objeto esté perdido por estructura, no implica que al sujeto se le presente a él mismo como un objeto imposible de asir. El objeto, en tanto perdido, motoriza su búsqueda como un intento de recuperación. La relación que se establece entre el sujeto y la falta de objeto, está mediada por cierta ilusión fantasmática que conlleva a un movimiento: como no se alcanza el objeto, se lo sigue buscando –búsqueda que se realiza a través de las marcas significantes sobre las que se instala la repetición. Esta búsqueda es el movimiento mismo del deseo.
La repetición se liga de manera determinante a una consecuencia que [Freud] designa como el objeto perdido. Para resumir, se trata esencialmente de que el goce se busca en un esfuerzo de reencuentro, y que sólo se lo podría reencontrar cuando se lo reconoce por el efecto de la marca. La marca misma introduce en el goce la huella con hierro candente de la que resulta la pérdida.2
La repetición es el intento de recuperación de objeto, y el intento es posible por la marca significante. Sólo el intento de recuperación es posible, pero en lo que concierne al reencuentro del objeto queda expresado en potencial, “sólo se lo podría…”, expresión que nos indica una imposibilidad estructural: para el sujeto queda la renuncia al goce.
Lacan nos dice que la esencia del discurso analítico es que haya un discurso que articule esta renuncia al goce, y que haga aparecer la función del plus-de-gozar3.
El plus-de-gozar es un término que Lacan postula como una homología de la plusvalía de Marx, y que le permitirá aislar la función del objeto a.
La función del plus-de-gozar aparece debido a la incidencia del discurso, a partir de la cual el goce queda excluido dentro del campo del sujeto. De esta manera, el plus-de-gozar se establece como un efecto de la renuncia al goce.
Si bien el discurso implica una imposibilidad de goce, como reverso “(…) el discurso posee los medios de gozar en la medida que implica al sujeto”4. Todo lo que le queda al sujeto son prácticas de recuperación de goce, pero aquello que recupera no tiene nada que ver con el goce, sino con su pérdida. “… el plus-de-gozar se distingue del goce. El plus-de-gozar es lo que responde, no al goce, sino a la pérdida de goce”5. Porque hay discurso, hay renuncia al goce. El discurso mismo implica una renuncia al goce y otorga los medios de gozar.
El plus-de-gozar es en función de la renuncia al goce producido por la incidencia del discurso. El objeto que queda perdido en la estructura es el objeto a. El plus-de-gozar es ese intento de recuperación –siempre fallido– que se produce sobre la falta de objeto que implica el objeto a. Entonces, el objeto a es el objeto perdido sobre el que se instaura la posibilidad de gozar, en tanto, plus-de-gozar, o sea, pérdida de goce.

El significante: la estructura para pensar al sujeto
Freud basó la práctica psicoanalítica en una regla fundamental: la asociación libre, a partir de la cual se le pide al paciente que hable, que diga todo lo que se le ocurra. En el análisis se instaura mediante la regla el discurso, que tiene por función la producción del sujeto. En relación a este discurso, Lacan distingue al sujeto del yo:
El sujeto está eximido de sostener su discurso con un yo digo. Hablar es distinto de plantear yo digo lo que acabo de enunciar… este sujeto está eximido de sostener lo que él enuncia –y Lacan agrega, que en el análisis, al sujeto– se le pidió no ser el que sostiene lo que se presenta.6
En la primera parte de la cita, se nos plantea una diferencia entre el sujeto y el yo en su relación con el discurso, a partir de la cual es posible afirmar que el sujeto, por imposibilidad estructural, no habla en primera persona. Todo lo que diga yo es distinto del sujeto; no se trata del sujeto del enunciado.
Y en la segunda parte de la cita, al sujeto se le ha pedido “no ser”, por lo que la categoría del sujeto no es una categoría sustancial, no se trata de un sujeto existente por sí mismo.
Para abordar la noción de sujeto, Lacan plantea la definición del significante, en tanto que representa al sujeto para otro significante. El sujeto es un sujeto representado por el significante, que es un elemento no sustancial, no tiene entidad propia, sino que es un elemento “en relación” que no puede representarse a sí mismo. El significante siempre está en relación a otro significante, (S1-S2), y sabemos acerca del sujeto por esta relación entre significantes.
El hecho de sostener que el sujeto sea representado por un significante en relación a otro significante, es correlativo a afirmar que no hay un significante que por sí mismo nombre al sujeto. Y esto es porque no hay en el campo del Otro, en tanto batería de los significantes, un significante propio del sujeto que le habría otorgado su identidad. No se trata de un sujeto con identidad propia, o de un sujeto sustanciado en un significante, sino de un sujeto representado en la relación significante. En las premisas de la definición del sujeto se supone la pérdida de la identidad, que abre la posibilidad de la representación y de la identificación.
…el sujeto no podría reencontrarse en su representante significante sin que tenga lugar esta pérdida en la identidad, que se llama, hablando con propiedad, el objeto a.7
En la medida en que hay una pérdida de la identidad –pérdida que Lacan la identifica con el objeto a–, el sujeto puede reencontrarse en su representante significante. Como no tiene identidad o entidad propia, es necesario que un significante lo nombre, por lo que el sujeto entra en la cadena significante, siendo él mismo un efecto del decir. Esto implica que cuando el significante aparece, el sujeto es borrado, desaparece o se extingue en otro significante, es decir, cuando el sujeto es nombrado, al mismo tiempo desaparece para aparecer en otro significante. El sujeto no está presente en la representación, se escabulle –metonímicamente– entre los significantes, por lo que la representación del sujeto no es la presentación del sujeto en sí.
En la definición del sujeto como causado por la relación intersignificante, planteamos teóricamente, a priori y sin haber necesitado una larga recursión para constituir sus premisas, algo que nos prohíbe para siempre atraparlo.8

Dos fórmulas para aislar al sujeto y al objeto a
Lacan nos propone9 las siguientes fórmulas, que resumen los puntos aquí tratados: la noción del sujeto y el plus-de-gozar:
1)        S1         S2
             $
Esta primera fórmula se lee: un significante, S1, en su relación con otro significante, S2, representa a un sujeto, al S barrado, que no es posible atrapar.
2)        S3<>a
La segunda fórmula nos dice que un significante cualquiera, S3, puede ponerse en relación con el objeto a, que se fabrica en la relación con el plus-de-gozar.
En nuestro nivel sólo cuenta esta pérdida. No idéntico a sí mismo, el sujeto ya no goza. Algo está perdido y se llama el plus-de-gozar…10
Podemos distinguir cuatro nociones interrelacionadas: 1) el sujeto (no idéntico a sí mismo), 2) la imposibilidad de goce, 3) porque algo está perdido –el objeto a–, y, 4) la nueva función que es el plus-de-gozar.
El plus-de-gozar, como efecto de la pérdida de goce, permite la constitución del objeto a. En este aspecto, el objeto a, en su relación con el plus-de-gozar, es un efecto. Pero en su relación con el sujeto, el objeto a es causa: en tanto que la identidad está originariamente perdida, el objeto a es condición de posibilidad para que un significante represente al sujeto para otro significante.
Encontramos así un punto de equivalencia, pero también de disimetría, entre el objeto a y el sujeto. Ambos tienen en común que son un efecto: el objeto a es efecto de la incidencia del discurso dentro del campo del goce; y, el sujeto, un efecto de la relación intersignificante. Pero difieren en que el objeto a es causa de la estructura que produce al sujeto, o sea, de la posibilidad de la relación significante. Esto nos lleva a plantear qué relación guarda el sujeto con el objeto a, o, con lo que es lo mismo, con su propia causa.

El fantasma: respuesta a la imposibilidad de goce
A partir de las nociones de plus-de-gozar y de significante, hemos aislado al objeto a y al sujeto. La relación que se constituye entre el sujeto, el S tachado, y el objeto a, está matematizada en la fórmula del fantasma, ($<>a).
El matema del fantasma se ubica en el grafo como respuesta al significante de la falta en el Otro tachado, S(A/). Respuesta aquí implica una estructura ficcional que arma una versión de lo que al Otro le falta; este punto de falta es equivalente a decir la castración del Otro. El fantasma se postula como el armado de un sentido de aquello que es irreductible, inaprehensible dentro de la estructura significante.
El fantasma también se ubica en el grafo en el mismo eje que el deseo, d. El fantasma y el deseo quedan ubicados entre las dos cadenas significantes, la del enunciado y la de la enunciación. En la cadena del enunciado encontramos al Otro, A, del lenguaje, que determina la significación, s(A); y en la cadena de la enunciación, aparece el Otro tachado, S(A/). De esta manera, el deseo se ubica en un entre, como un pasaje de un Otro completo a un Otro barrado, marcado por la castración. Castración y deseo se requieren mutuamente, y ambas refieren al Otro: porque el Otro está castrado (punto de falta en ser o en tener), desea.
El asunto para el sujeto es qué posición ocupa en el deseo del Otro; esto le resulta inquietante porque el deseo del Otro nunca se va a saber: qué es lo que el Otro quiere de mí, ¿gozar, desear? Sobre la respuesta no hay purismos, sino que hay fantasma, estructuración.
Lacan nos propone una nueva fórmula para escribir la relación del sujeto y el objeto a, y luego nos dice:
3)        $          $ <> ($ <> ($<>a)    
             a                      a
“La reiteración del significante que representa al sujeto, S barrado, en relación con él mismo es correlativa del a ubicado bajo la barra…”. Hasta aquí retomamos una idea anteriormente trabajada: en tanto hay un objeto perdido por estructura –el objeto a–, es posible la relación de un significante con otro significante, en la que el sujeto es representado.  “… Inversamente, la relación del sujeto y el objeto adquiere por esto consistencia en ($<>a), donde se produce algo que ya no es ni sujeto ni objeto, sino que se llama fantasma…”. El fantasma se produce, no es algo originario, se constituye a partir de la relación del sujeto y del objeto a. Sosteníamos que el sujeto era efecto de la relación intersignificante, y el objeto a, efecto del plus-de-gozar; ahora la relación entre estos dos efectos produce lo que se llama fantasma. El fantasma ya no es ni sujeto ni objeto, ya no se trata del sujeto que se pierde indefinidamente en la cadena significante a través de la metonimia, ni tampoco el objeto es el objeto absolutamente perdido. El fantasma es una respuesta neurótica a lo que el Otro desea, lo que le da al sujeto una versión o significación de lo que el Otro desea o de lo que el Otro goza, y allí el sujeto queda capturado o fijado. “… Desde entonces, los otros significantes, encadenándose, articulándose, y al mismo tiempo congelándose en el efecto de significación, pueden introducir este efecto de metonimia que suelda al sujeto”11. El sujeto se suelda y, a su vez, discurre metonímicamente en una cadena significante a través de la cual se da consistencia a un sentido, al efecto de significación que se supone congelado en el fantasma.

A modo de conclusión
El estatuto mítico que Freud le confiere a la satisfacción, deja planteada una ambigüedad: no es posible decir que haya habido una satisfacción plena efectivamente vivenciada; pero tampoco es posible decir que no hubo –en algún plano– una satisfacción verdadera.
Acerca de lo mítico, no es posible afirmar su realidad, como tampoco su irrealidad. Pero lo que sí podemos afirmar respecto de lo mítico, es que posibilita la estructuración: en tanto el mythos es “una expresión”,lo que se dice”, permite la instauración de la cadena significante de la que surge el sujeto como representado por la relación intersignificante. Lo mítico expresa una verdad o conecta con un real: sabemos de la satisfacción en términos míticos, algo se nos dice de la verdad o de lo real de la satisfacción en la que el sujeto está implicado.
La satisfacción no es el goce, ni otra cosa que el goce dispuesto de cierta manera.
Afirmamos que la satisfacción no es el goce, porque no es posible hablar de “el” goce. El goce está excluido de la estructura discursiva: por la acción significante, no hay objeto para la satisfacción del goce. La falta de objeto nos indica que el goce, en tanto tal, es irrealizable. Esto no implica que no quede una huella o marca de un goce posible. Anteriormente citábamos que el discurso posee los medios de gozar, es decir, el discurso al mismo tiempo que excluye al goce, también aporta distintas prácticas de gozar, que son equívocas, fallidas y/o parciales. Alrededor de estas prácticas que llamamos plus-de-gozar se constituye el objeto a, por lo que esta función de plus-de-gozar se realiza alrededor de un vacío, de la falta de objeto constituido como objeto a.
Entonces, la satisfacción no es el goce, ni deja de ser el goce dispuesto de cierta manera, dispuesto como plus-de-gozar, como una práctica que es pérdida de goce. El goce que se encuentra en la estructura discursiva se satisface parcialmente a través de significantes, sin encontrar un objeto, o bordeando el vacío, aislando –en esta búsqueda– al objeto a.
Podemos trazar una equivalencia entre satisfacción y fantasma: El fantasma no es el goce, ni otra cosa que el goce dispuesto de cierta manera.
Ante la imposibilidad de goce, hay fantasma, como una disposición o versión neurótica de gozar, como un intento de recuperación de goce, que nunca es alcanzable por lo que hay distintas prácticas de recuperación, que siempre nos indican la pérdida de goce. Esta es la función del plus-de-gozar que relaciona al sujeto con el objeto a.


Notas:
1 Freud, S., La interpretación de los sueños, Obras Completas, Tomo V, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2000, página 558.
2 Lacan, J., De un Otro al otro, El Seminario, Libro 16, Buenos Aires, Paidós, 2008, página 111.
3 Ibíd., página 17.
4 Ibíd., página 17.
5 Ibíd., página 105.
6 Ibíd., página 19.
7 Ibíd., página 20.
8 Ibíd., página 21.
9 Ibíd., página 21.
10 Ibíd., página 20.
11 Ibíd., página 22.



BIBLIOGRAFIA
Freud, S. (2000). La interpretación de los sueños. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Lacan, J. (2008). De un Otro al otro. El Seminario, Libro 16. Buenos Aires: Paidós.

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