Reseña: J-A- Miller – “Una nueva modalidad de síntoma”


El texto plantea la pregunta acerca de cómo se introduce el cuerpo en la enseñanza de Lacan. Debe ser introducido porque la noción de libido exige la referencia al cuerpo.
Lo que responde a esta exigencia en Freud es el concepto de pulsión. La pulsión en tanto interesa a zonas particulares del cuerpo, las zonas erógenas, y a aquellos objetos del cuerpo, en particular  objetos perdibles (oral, anal, etc.). El concepto de castración también exige la referencia al cuerpo.
En Lacan, en lo que Miller llama la vena principal de su enseñanza, el cuerpo es introducido en tanto que mortificado, significantizado.
Desde la épica del cuerpo en función y campo de la palabra, hasta la reformulación del concepto de pulsión en términos de demanda, pasando por el falo como esa parte mortificada en la alienación significante, el cuerpo para Lacan es un cuerpo cadaverizado (juego de palabras con corpse) por el significante. El significante desaloja el goce del cuerpo. El significante y el goce se encuentran en una relación de disyunción.
Sin embargo, existen “excepciones libidinales” a la mortificación, el objeto “a”.  La fórmula del fantasma articula la mortificación con lo que hace excepción ($◊a), la relación entre estos términos es pensada en términos de cinta de Moebius.
Pero, plantea Miller, el objeto “a” es pensado sobre el telón de fondo de la mortificación significante.
En la última enseñanza de Lacan, a partir del Seminario 20, Miller propone que se producirá una conversión. El significante ya no va a ser pensado en disyunción al goce sino como productor, él mismo, del goce bajo la especie del objeto “a” plus de gozar.
Ahora de lo que se trata es de la incidencia de goce que el significante produce en el cuerpo.
El concepto clave será el de Sinthome, que permitirá, más allá del fantasma, dar cuenta de la conexión real del significante con el cuerpo, planteando una equivalencia con el lugar del concepto de Pulsión freudiano, como ese mito que permite abordar, ahí dónde los dispositivos simbólicos desfallecen, lo real.

HERNÁN PASICEL

SUJETO Y VERDAD


The subject and the truth

Resumen
Se propone en este escrito plantear algunas ideas trabajadas en el Proyecto de investigación, tituladoLa satisfacción en la estructura del sujeto”.
El sujeto, la verdad y su relación con el yo, es el tema elegido. Comenzaré desarrollando el grafo del deseo creado por Lacan para mostrar la relación del sujeto con el lenguaje. Luego, a partir de allí, poder pensar qué ocurre con el sujeto cuando se encuentra con la incompletud estructural del Otro. Finalmente interrogaré sobre la verdad en psicoanálisis, de qué se trata esta verdad y ubicaré la relación que mantiene con el yo, distinguiéndolo del yo narcisista.
                       
Palabras clave
Sujeto, verdad, yo, inconciente

Abstract
The aim of this paper is to present some ideas worked in the research project called “Satisfaction of the subject structure”.
The subject, the truth and their relationship with the ego, is the topic that I have chosen. I start developing the graph of desire created by Lacan to show the subject's relationship with language. Then I will try to figure out what happens to the subject when faced with an Other that is not complete. Finally I will inquire the truth in psychoanalysis, and analyze its relationship with the ego, as distinguished from narcissism.

Key words
Subject, truth, ego, unconscious

Introducción
Este trabajo tiene como propósito exponer algunas ideas puestas en juego en el Proyecto de investigación, titulado La satisfacción en la estructura del sujeto, inscripto en el marco de la Programación Científica 2010 -2012.
El Seminario De un Otro al otro (1968/69) de J. Lacan, es orientador teórico de nuestra investigación, como también lo son, algunos textos fundantes de Freud (Pulsiones y destinos de pulsión, El problema económico del masoquismo, Pegan a un niño, entre otros) para pensar el concepto de satisfacción en psicoanálisis.

A modo de introducción, detallo algunos aforismos que estuvieron presentes en el curso de la investigación respecto del Otro, el sujeto y la verdad. Por su fuerza se destacan como disparadores de este escrito.
-El campo del Otro no es consistente.
-No hay sujeto más que de un decir.
-El sujeto es efecto de este decir.
-La verdad se insinúa.
-No hay teoría del inconciente. Hay práctica analítica.

Inconsistencia del Otro
En el dictado de su Seminario Las formaciones del Inconciente en 1957/1958, J. Lacan introduce el grafo del deseo. El grafo, es un dibujo que representa el recorrido que transitará un sujeto para asumir su deseo. Este recorrido del deseo, tiene varios caminos y cruces, dónde el sujeto se puede quedar detenido en alguno de ellos.   
El grafo en su primer nivel, muestra la relación del hombre con el lenguaje, la relación del sujeto con el Otro de los significantes; y en el nivel superior, marca la dirección del sujeto hacia un Otro que le falta algo.
Hegel plantea que la relación del sujeto no es a un objeto sino a otro deseo. El deseo es el deseo del Otro. Lacan toma la formula del deseo de Hegel pero nos aclara que para Hegel se trata de un deseo de reconocimiento. El Otro para Hegel, es tomado como conciente, pero en esa lucha de conciencias, no está interesado el deseo. Plantea Lacan que un sujeto desea en el Otro algo que al Otro le falta.

En el Seminario De un Otro al otro, el encuentro del sujeto con la falta de significantes en el Otro ocupa un lugar esencial y nos llevará a pensar que en la estructura discursiva hay algo que no es completo. Para ello retomo el grafo del deseo.
En el piso superior, el matema de pulsión ($ ◊ D) incluye a la demanda. Un matema sirve para poder conceptualizar lo que se quiere decir, para dejar de lado las confusiones y equívocos propios de las palabras.
En el matema de pulsión se trata de la relación de un sujeto con sus propias demandas inconcientes. Esta demanda ya no está tan claramente dirigida al Otro. El Otro como conjunto de significantes no está presente en el matema, no hay una A mayúscula.
Recordemos la definición de Freud de 1915 sobre pulsión, como un concepto fronterizo entre lo anímico y somático. Es “representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo (…) como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal”[1]. En esta primera teoría pulsional distingue Freud entre pulsiones de auto conservación y pulsiones sexuales.
Tomemos, ahora, el matema significante de una falta en el Otro S(A/) ubicado en el grafo en el nivel superior a la izquierda del matema de pulsión. Ante la pregunta qué soy para el Otro, la respuesta que nos vuelve es, que el Otro no puede decir (por estructura) sobre el ser.  Este matema implica entonces, que el Otro no sabe, que el Otro no tiene significantes para todo. Al aparecer un no saber en el lugar del Otro, el deseo se hace presente. La castración en el Otro, introduce la falla en la estructura, deseo del Otro.
¿Qué indica que pulsión y significante de una falta en el Otro, estén en el mismo nivel del grafo? Aquí se enlaza: pulsión, inconciente, demanda y enunciación. Dice Lacan: “En la medida que el campo del Otro no es consistente, la enunciación adopta el giro de la demanda, y esto antes incluso que se aloje allí lo que sea que carnalmente responda a eso. Ir lo mas lejos en la interrogación del campo del Otro como tal permite percibir su falla”[2].
A raíz del encuentro del sujeto con la falla estructural del Otro, toda enunciación se hace demanda. Interrogando el sujeto al Otro, se encuentra con la barradura del Otro y le demanda por ejemplo amor, que falte, que falle. Antes que el Otro sea Otro, por el hecho de que hay lenguaje, surge una falta estructural en el orden simbólico.

¿Qué ocurre con el yo?
Ubicábamos la enunciación, en el punto anterior, en el nivel superior del grafo. Se trata del acto de enunciar y Lacan señala una doble función para la enunciación. Ser una demanda en relación al tu: “me demando lo que tú deseas (…) lo que te falta, ligado al hecho que estoy sujetado a ti”[3]. Es decir, una pregunta por el deseo del Otro, por la falta y el encuentro con el Otro no consistente.
Pero también, la enunciación es demanda en relación al yo-je. Es aquí donde Lacan pisa fuerte, se trata de la pulsión cuando interrogamos sobre el yo. “Te demando, no quién soy yo, sino, más lejos aún, lo  que es yo”[4]. ¿Qué decir de este yo?
El yo- je, se ubica en el grafo, debajo del matema de fantasma como sujeto barrado, sujeto escondido, velado. Cabe destacar que tanto en el matema de fantasma como en el de pulsión, se encuentra la división del sujeto. Vemos así que un sujeto no tiene un lugar puntual, siempre está entre dos significantes. Podemos plantear, aquí, la importancia de la definición de sujeto de Lacan porque transmite que un sujeto aparece en afánisis entre un significante y otro.
Dice Lacan: “El garante del deseo del Otro como su sostén imaginario es lo que desde siempre escribí como ($ ◊ a), (…) el fantasma donde yace, aunque velada, la función del yo”.[5]
Este yo, no es el yo del narcisismo. El fantasma nos permite entender quién desea cuando desea. La pregunta del sujeto por su deseo está en juego en el fantasma. El fantasma es pensado desde la falta en el Otro, como no hay respuesta del Otro porque no tiene todos los significantes, se responde con síntomas y fantasma. Si seguimos a Freud, dirá, fijación libidinal. Por ejemplo: pregunto si me quieres. Lo esencial es, en este caso, una pregunta oral por el deseo del Otro. Estas demandas responden a significantes orales, anales que luego de pasar por el Otro, restan ciertos modos de satisfacción asociados a determinada zona erógena. También podemos plantear que hay algo de la pulsión que no es articulable enteramente en palabras.

La verdad dice yo
Siguiendo a Pascal, Lacan describe dos campos. El primero, el campo del Otro como garante de la verdad, un Otro totalizante, completo; se trata del omnipotente dios de los filósofos.
Pasemos al segundo campo, que se encuentra en un registro diferente, y es el que más nos interesa. En él, el goce espera al sujeto y “precisamente allí es siervo[6]. El sujeto siervo de su goce, tal como el siervo de su pena, se encuentra interpelado. Para poder abordar este campo del Otro barrado, propone Lacan acercamos a la voz de dios en el Sinaí, al dios de Abraham y de Moisés.
Comencemos por interrogar el objeto voz, para luego dar lugar a cada uno de los tres ejemplos que parten del campo del Otro posibilitando la emergencia de un yo-je.
La voz, es un producto, es el objeto caído del órgano de la palabra. Y el Otro es el lugar dónde eso habla, establece Lacan en Introducción a los nombres del padre. Esta voz no es omnipotencia, dios es el que promete y hace pasar por su nombre cierta alianza que solo se trasmite por una baraka (fortuna) paterna.
Pasemos a enunciar brevemente los ejemplos:
            - La voz de dios en el Sinaí traducida por Lacan como ¨yo soy lo que yo es¨, es oportuna para continuar interrogando el estatuto del yo. Esta voz, enuncia las leyes del: yo hablo. Afirma Lacan, la verdad dice yo, enfatizando que la verdad se insinúa, no se dice por un sujeto pero si se la sufre. Siendo así, verdad y sufrimiento dicen: “yo hablo”.   
-La voz de dios que llama a Moisés por su nombre, apunta como decíamos anteriormente a un campo del Otro no completo, un campo de inscripción de lo que se articula en el discurso. Dice Lacan: “A partir de su estructura podrá definirse, en un segundo tiempo, la posibilidad del tú, que va a alcanzarnos y requerir algo que tendrá que decirse yo, tercer tiempo”[7]. Recordemos que cuando sobreviene el sujeto nunca puede nombrarse, él mismo, en primera persona, al igual que el deseo. Si el yo aparece, en la primera persona, nos encontramos dentro del campo del Otro completo, dónde el yo narcisista hace su despliegue. El sujeto de la enunciación irrumpe en tercera persona. La voz de dios concierne a Moisés y subraya: “Tú eres el que me seguirás”. Se trata de un llamado, pero que sólo sabremos del mismo después.
- Abraham también responde a su nombre, no sin angustia, diciendo: Acá estoy.
Kierkegaard nos señala el trayecto que debe realizar Abraham hasta alcanzar el sacrificio de su hijo más amado. Dice el personaje de Temor y Temblor: “Y entonces todo el terror del combate se concentró en un instante: Y Dios puso a prueba a Abraham y le dijo: toma a tu hijo, el único, aquel a quien tu amas, Isaac; ve con él al país de Morija y allí ofrecerlo en holocausto sobre uno de los montes que yo te señalaré[8].
En los tres ejemplos mencionados, notamos la presencia expectante del súper yo (con todo su carácter imperativo) y el sujeto, por su parte, obedece.
Establece Lacan, si el Otro es lo que yo digo, el lugar donde eso habla, solo puede plantear un problema, que es el del sujeto anterior a la pregunta. “El nombre (…) es una marca ya abierta a la lectura, (…) impresa sobre algo que puede ser un sujeto que hablará, pero que de ninguna manera hablará forzosamente”[9].
Aquí introduce Lacan claramente lo no determinado, es a partir de la respuesta del sujeto que podremos saber algo en relación a esa voz, a ese yo-je, a ese nombre. Él mismo está ligado al azar. La estructura de la neurosis conlleva a responder ante este yo.
Para finalizar…
El lugar del Otro como garante de la verdad es anulado por las leyes del lenguaje. Lacan nos da una clave para la práctica analítica, diciendo “sabemos intervenir allí la función del corte que responde NO, no al dios de los filósofos[10].
Encontramos en aquella cita una función clínica del corte de sesión. Hacia allí se dirige el analista, hacia ese campo del Otro barrado que posibilita la emergencia del sujeto. Es decir, empuja para salir del campo del yo, dando lugar al inconciente como cadena de significantes que se repiten y se conectan con lo real.
Un analista apuntará siempre a la indeterminación inconciente aunque la somnolencia de la neurosis insista en hacer del azar un destino, cediendo su responsabilidad al Otro.

Verónica Castro


[1] Freud S. Pulsiones y destinos de pulsión, Volumen XIV Obras Completas. Bs. As., Amorrortu Editores, p. 177
[2] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 77
[3] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 79
[4] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 79
[5] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 93
[6] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 93
[7] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 74
[8] Kierkegaard S.: Temor y  temblor. Bs. As., 1º edición Losada, 2008. p. 24
[9] Lacan J.: “Introducción a los nombres del padre” en De los nombres del padre. Bs. As., 1º edición, 3º reimpresión, Paidós, 2007. p. 87
[10] Lacan J.: De un Otro al otro, El seminario, Libro 16 (1968-1969). Bs. As.,  1º edición Paidós, 2008. p. 93


BIBLIOGRAFÍA
Freud, S.: Obras Completas, Volumen XIV “Pulsiones y destinos de pulsión” (1915). Amorrortu Editores. 1990
Lacan, J.: El Seminario, Libro 16 “De un Otro al otro” (1968-1969). Editorial Paidós, 2008.
Lacan, J.: El Seminario, Libro 5 “Las formaciones del inconciente” (1957-1958). Editorial Paidós, 2001
Lacan J.: “Introducción a los nombres del padre” en De los nombres del padre. Bs. As., 1º edición, 3º reimpresión, Paidós, 2007
Kierkegaard S.: Temor y  temblor. Bs. As., 1º edición Losada, 2008.

LA SATISFACCION EN LA ESTRUCTURA DEL SUJETO


Autor: Juan Pablo Marino
e-mail: marino.jp@gmail.com
Investigación: UBACyT
Área temática: Psicoanálisis

Resumen:
Este trabajo se propone cuestionar, en un primer momento, la noción de satisfacción tomando en cuenta dos categorías: goce y plus-de-gozar. Al plantear el goce como irrealizable, y el plus-de-gozar como una práctica de recuperación de goce, es posible aislar el objeto a. En una segunda instancia, se postula la estructura significante para pensar la noción del sujeto. Y, por último, se establece la relación entre el sujeto y el objeto a, formalizada por Lacan como fantasma, ($<>a).
Palabras clave: goce, plus-de-gozar, sujeto, objeto a.

THE SATISFACTION IN THE SUBJECT STRUCTURE
Abstract:
This paper intends to question, at first, the notion of satisfaction taking into account two categories: joy and surplus-enjoyment. By raising enjoyment as undoable, and the surplus-enjoyment as a practice recovery of joy, it is possible to isolate the object a. In a second instance, the significant structure is postulated to think the notion of the subject. And finally, it establishes the relationship between subject and object a, formalized by Lacan as the ghost, ($ <> a).
Key words: joy, surplus-enjoyment, subject, object a.


Introducción
Nuestra investigación se centra en la revisión de la satisfacción en el campo del sujeto, partiendo del Seminario De un Otro al otro, de J. Lacan. El mismo nombre de la investigación nos plantea, en principio, una doble problemática: por un lado, la noción de satisfacción, y, por otro, la estructura que nos propone Lacan para pensar al sujeto. En ambas problemáticas va a estar implicada la incidencia del discurso en el universo humano, o sea, no vamos a poder abordar la satisfacción ni la estructura del sujeto sin referirnos al discurso.

Acerca de la satisfacción: entre el goce y el plus-de-gozar
Freud nos presenta la satisfacción a partir de una experiencia mítica, como un primer encuentro entre el niño y un objeto que habría colmado la excitación producida por la necesidad. Cuando el estímulo interno se vuelva a suscitar, el aparato anímico intentará repetir –buscando una identidad perceptiva– aquella percepción asociada con la satisfacción de la necesidad. Se trata de una satisfacción vía alucinatoria, en la que no hay un objeto que colme la necesidad, sino que hay un esfuerzo por repetir la experiencia mítica. Como no hay encuentro con el objeto, porque el objeto está inevitablemente perdido, Freud nos dice: “La satisfacción no sobreviene, la necesidad perdura”1. El dilema que surge es que siempre que hablamos de satisfacción, está presente la insatisfacción, es decir, no hay relación sujeto-objeto.
Todo lo que queda del objeto perdido es una marca trazada por la incidencia del discurso. El significante crea un objeto que nunca estuvo en la estructura, y que se enmarca como objeto perdido. En el origen, lo que se inscribe, es una falta: una falta de objeto que habría posibilitado la satisfacción plena. A esta satisfacción plena, Lacan la llama goce.
A partir de este postulado, es posible sostener que no hay goce posible para el sujeto, sino de lo que se trata es de una pérdida de goce. Siempre que hablemos de goce, se trata de un menos; es una pérdida inaugural que queda inscripta por una marca significante. Esta marca indica, entonces, una pérdida de goce, a partir de la cual nos anoticiamos o suponemos retroactivamente un goce mítico.
El hecho de que el objeto esté perdido por estructura, no implica que al sujeto se le presente a él mismo como un objeto imposible de asir. El objeto, en tanto perdido, motoriza su búsqueda como un intento de recuperación. La relación que se establece entre el sujeto y la falta de objeto, está mediada por cierta ilusión fantasmática que conlleva a un movimiento: como no se alcanza el objeto, se lo sigue buscando –búsqueda que se realiza a través de las marcas significantes sobre las que se instala la repetición. Esta búsqueda es el movimiento mismo del deseo.
La repetición se liga de manera determinante a una consecuencia que [Freud] designa como el objeto perdido. Para resumir, se trata esencialmente de que el goce se busca en un esfuerzo de reencuentro, y que sólo se lo podría reencontrar cuando se lo reconoce por el efecto de la marca. La marca misma introduce en el goce la huella con hierro candente de la que resulta la pérdida.2
La repetición es el intento de recuperación de objeto, y el intento es posible por la marca significante. Sólo el intento de recuperación es posible, pero en lo que concierne al reencuentro del objeto queda expresado en potencial, “sólo se lo podría…”, expresión que nos indica una imposibilidad estructural: para el sujeto queda la renuncia al goce.
Lacan nos dice que la esencia del discurso analítico es que haya un discurso que articule esta renuncia al goce, y que haga aparecer la función del plus-de-gozar3.
El plus-de-gozar es un término que Lacan postula como una homología de la plusvalía de Marx, y que le permitirá aislar la función del objeto a.
La función del plus-de-gozar aparece debido a la incidencia del discurso, a partir de la cual el goce queda excluido dentro del campo del sujeto. De esta manera, el plus-de-gozar se establece como un efecto de la renuncia al goce.
Si bien el discurso implica una imposibilidad de goce, como reverso “(…) el discurso posee los medios de gozar en la medida que implica al sujeto”4. Todo lo que le queda al sujeto son prácticas de recuperación de goce, pero aquello que recupera no tiene nada que ver con el goce, sino con su pérdida. “… el plus-de-gozar se distingue del goce. El plus-de-gozar es lo que responde, no al goce, sino a la pérdida de goce”5. Porque hay discurso, hay renuncia al goce. El discurso mismo implica una renuncia al goce y otorga los medios de gozar.
El plus-de-gozar es en función de la renuncia al goce producido por la incidencia del discurso. El objeto que queda perdido en la estructura es el objeto a. El plus-de-gozar es ese intento de recuperación –siempre fallido– que se produce sobre la falta de objeto que implica el objeto a. Entonces, el objeto a es el objeto perdido sobre el que se instaura la posibilidad de gozar, en tanto, plus-de-gozar, o sea, pérdida de goce.

El significante: la estructura para pensar al sujeto
Freud basó la práctica psicoanalítica en una regla fundamental: la asociación libre, a partir de la cual se le pide al paciente que hable, que diga todo lo que se le ocurra. En el análisis se instaura mediante la regla el discurso, que tiene por función la producción del sujeto. En relación a este discurso, Lacan distingue al sujeto del yo:
El sujeto está eximido de sostener su discurso con un yo digo. Hablar es distinto de plantear yo digo lo que acabo de enunciar… este sujeto está eximido de sostener lo que él enuncia –y Lacan agrega, que en el análisis, al sujeto– se le pidió no ser el que sostiene lo que se presenta.6
En la primera parte de la cita, se nos plantea una diferencia entre el sujeto y el yo en su relación con el discurso, a partir de la cual es posible afirmar que el sujeto, por imposibilidad estructural, no habla en primera persona. Todo lo que diga yo es distinto del sujeto; no se trata del sujeto del enunciado.
Y en la segunda parte de la cita, al sujeto se le ha pedido “no ser”, por lo que la categoría del sujeto no es una categoría sustancial, no se trata de un sujeto existente por sí mismo.
Para abordar la noción de sujeto, Lacan plantea la definición del significante, en tanto que representa al sujeto para otro significante. El sujeto es un sujeto representado por el significante, que es un elemento no sustancial, no tiene entidad propia, sino que es un elemento “en relación” que no puede representarse a sí mismo. El significante siempre está en relación a otro significante, (S1-S2), y sabemos acerca del sujeto por esta relación entre significantes.
El hecho de sostener que el sujeto sea representado por un significante en relación a otro significante, es correlativo a afirmar que no hay un significante que por sí mismo nombre al sujeto. Y esto es porque no hay en el campo del Otro, en tanto batería de los significantes, un significante propio del sujeto que le habría otorgado su identidad. No se trata de un sujeto con identidad propia, o de un sujeto sustanciado en un significante, sino de un sujeto representado en la relación significante. En las premisas de la definición del sujeto se supone la pérdida de la identidad, que abre la posibilidad de la representación y de la identificación.
…el sujeto no podría reencontrarse en su representante significante sin que tenga lugar esta pérdida en la identidad, que se llama, hablando con propiedad, el objeto a.7
En la medida en que hay una pérdida de la identidad –pérdida que Lacan la identifica con el objeto a–, el sujeto puede reencontrarse en su representante significante. Como no tiene identidad o entidad propia, es necesario que un significante lo nombre, por lo que el sujeto entra en la cadena significante, siendo él mismo un efecto del decir. Esto implica que cuando el significante aparece, el sujeto es borrado, desaparece o se extingue en otro significante, es decir, cuando el sujeto es nombrado, al mismo tiempo desaparece para aparecer en otro significante. El sujeto no está presente en la representación, se escabulle –metonímicamente– entre los significantes, por lo que la representación del sujeto no es la presentación del sujeto en sí.
En la definición del sujeto como causado por la relación intersignificante, planteamos teóricamente, a priori y sin haber necesitado una larga recursión para constituir sus premisas, algo que nos prohíbe para siempre atraparlo.8

Dos fórmulas para aislar al sujeto y al objeto a
Lacan nos propone9 las siguientes fórmulas, que resumen los puntos aquí tratados: la noción del sujeto y el plus-de-gozar:
1)        S1         S2
             $
Esta primera fórmula se lee: un significante, S1, en su relación con otro significante, S2, representa a un sujeto, al S barrado, que no es posible atrapar.
2)        S3<>a
La segunda fórmula nos dice que un significante cualquiera, S3, puede ponerse en relación con el objeto a, que se fabrica en la relación con el plus-de-gozar.
En nuestro nivel sólo cuenta esta pérdida. No idéntico a sí mismo, el sujeto ya no goza. Algo está perdido y se llama el plus-de-gozar…10
Podemos distinguir cuatro nociones interrelacionadas: 1) el sujeto (no idéntico a sí mismo), 2) la imposibilidad de goce, 3) porque algo está perdido –el objeto a–, y, 4) la nueva función que es el plus-de-gozar.
El plus-de-gozar, como efecto de la pérdida de goce, permite la constitución del objeto a. En este aspecto, el objeto a, en su relación con el plus-de-gozar, es un efecto. Pero en su relación con el sujeto, el objeto a es causa: en tanto que la identidad está originariamente perdida, el objeto a es condición de posibilidad para que un significante represente al sujeto para otro significante.
Encontramos así un punto de equivalencia, pero también de disimetría, entre el objeto a y el sujeto. Ambos tienen en común que son un efecto: el objeto a es efecto de la incidencia del discurso dentro del campo del goce; y, el sujeto, un efecto de la relación intersignificante. Pero difieren en que el objeto a es causa de la estructura que produce al sujeto, o sea, de la posibilidad de la relación significante. Esto nos lleva a plantear qué relación guarda el sujeto con el objeto a, o, con lo que es lo mismo, con su propia causa.

El fantasma: respuesta a la imposibilidad de goce
A partir de las nociones de plus-de-gozar y de significante, hemos aislado al objeto a y al sujeto. La relación que se constituye entre el sujeto, el S tachado, y el objeto a, está matematizada en la fórmula del fantasma, ($<>a).
El matema del fantasma se ubica en el grafo como respuesta al significante de la falta en el Otro tachado, S(A/). Respuesta aquí implica una estructura ficcional que arma una versión de lo que al Otro le falta; este punto de falta es equivalente a decir la castración del Otro. El fantasma se postula como el armado de un sentido de aquello que es irreductible, inaprehensible dentro de la estructura significante.
El fantasma también se ubica en el grafo en el mismo eje que el deseo, d. El fantasma y el deseo quedan ubicados entre las dos cadenas significantes, la del enunciado y la de la enunciación. En la cadena del enunciado encontramos al Otro, A, del lenguaje, que determina la significación, s(A); y en la cadena de la enunciación, aparece el Otro tachado, S(A/). De esta manera, el deseo se ubica en un entre, como un pasaje de un Otro completo a un Otro barrado, marcado por la castración. Castración y deseo se requieren mutuamente, y ambas refieren al Otro: porque el Otro está castrado (punto de falta en ser o en tener), desea.
El asunto para el sujeto es qué posición ocupa en el deseo del Otro; esto le resulta inquietante porque el deseo del Otro nunca se va a saber: qué es lo que el Otro quiere de mí, ¿gozar, desear? Sobre la respuesta no hay purismos, sino que hay fantasma, estructuración.
Lacan nos propone una nueva fórmula para escribir la relación del sujeto y el objeto a, y luego nos dice:
3)        $          $ <> ($ <> ($<>a)    
             a                      a
“La reiteración del significante que representa al sujeto, S barrado, en relación con él mismo es correlativa del a ubicado bajo la barra…”. Hasta aquí retomamos una idea anteriormente trabajada: en tanto hay un objeto perdido por estructura –el objeto a–, es posible la relación de un significante con otro significante, en la que el sujeto es representado.  “… Inversamente, la relación del sujeto y el objeto adquiere por esto consistencia en ($<>a), donde se produce algo que ya no es ni sujeto ni objeto, sino que se llama fantasma…”. El fantasma se produce, no es algo originario, se constituye a partir de la relación del sujeto y del objeto a. Sosteníamos que el sujeto era efecto de la relación intersignificante, y el objeto a, efecto del plus-de-gozar; ahora la relación entre estos dos efectos produce lo que se llama fantasma. El fantasma ya no es ni sujeto ni objeto, ya no se trata del sujeto que se pierde indefinidamente en la cadena significante a través de la metonimia, ni tampoco el objeto es el objeto absolutamente perdido. El fantasma es una respuesta neurótica a lo que el Otro desea, lo que le da al sujeto una versión o significación de lo que el Otro desea o de lo que el Otro goza, y allí el sujeto queda capturado o fijado. “… Desde entonces, los otros significantes, encadenándose, articulándose, y al mismo tiempo congelándose en el efecto de significación, pueden introducir este efecto de metonimia que suelda al sujeto”11. El sujeto se suelda y, a su vez, discurre metonímicamente en una cadena significante a través de la cual se da consistencia a un sentido, al efecto de significación que se supone congelado en el fantasma.

A modo de conclusión
El estatuto mítico que Freud le confiere a la satisfacción, deja planteada una ambigüedad: no es posible decir que haya habido una satisfacción plena efectivamente vivenciada; pero tampoco es posible decir que no hubo –en algún plano– una satisfacción verdadera.
Acerca de lo mítico, no es posible afirmar su realidad, como tampoco su irrealidad. Pero lo que sí podemos afirmar respecto de lo mítico, es que posibilita la estructuración: en tanto el mythos es “una expresión”,lo que se dice”, permite la instauración de la cadena significante de la que surge el sujeto como representado por la relación intersignificante. Lo mítico expresa una verdad o conecta con un real: sabemos de la satisfacción en términos míticos, algo se nos dice de la verdad o de lo real de la satisfacción en la que el sujeto está implicado.
La satisfacción no es el goce, ni otra cosa que el goce dispuesto de cierta manera.
Afirmamos que la satisfacción no es el goce, porque no es posible hablar de “el” goce. El goce está excluido de la estructura discursiva: por la acción significante, no hay objeto para la satisfacción del goce. La falta de objeto nos indica que el goce, en tanto tal, es irrealizable. Esto no implica que no quede una huella o marca de un goce posible. Anteriormente citábamos que el discurso posee los medios de gozar, es decir, el discurso al mismo tiempo que excluye al goce, también aporta distintas prácticas de gozar, que son equívocas, fallidas y/o parciales. Alrededor de estas prácticas que llamamos plus-de-gozar se constituye el objeto a, por lo que esta función de plus-de-gozar se realiza alrededor de un vacío, de la falta de objeto constituido como objeto a.
Entonces, la satisfacción no es el goce, ni deja de ser el goce dispuesto de cierta manera, dispuesto como plus-de-gozar, como una práctica que es pérdida de goce. El goce que se encuentra en la estructura discursiva se satisface parcialmente a través de significantes, sin encontrar un objeto, o bordeando el vacío, aislando –en esta búsqueda– al objeto a.
Podemos trazar una equivalencia entre satisfacción y fantasma: El fantasma no es el goce, ni otra cosa que el goce dispuesto de cierta manera.
Ante la imposibilidad de goce, hay fantasma, como una disposición o versión neurótica de gozar, como un intento de recuperación de goce, que nunca es alcanzable por lo que hay distintas prácticas de recuperación, que siempre nos indican la pérdida de goce. Esta es la función del plus-de-gozar que relaciona al sujeto con el objeto a.


Notas:
1 Freud, S., La interpretación de los sueños, Obras Completas, Tomo V, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2000, página 558.
2 Lacan, J., De un Otro al otro, El Seminario, Libro 16, Buenos Aires, Paidós, 2008, página 111.
3 Ibíd., página 17.
4 Ibíd., página 17.
5 Ibíd., página 105.
6 Ibíd., página 19.
7 Ibíd., página 20.
8 Ibíd., página 21.
9 Ibíd., página 21.
10 Ibíd., página 20.
11 Ibíd., página 22.



BIBLIOGRAFIA
Freud, S. (2000). La interpretación de los sueños. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Lacan, J. (2008). De un Otro al otro. El Seminario, Libro 16. Buenos Aires: Paidós.