Acta del 8/11/2014

Clase III – Saber, medio de goce.

“Lo que Freud se vio llevado a formular , en un segundo tiempo en su enunciación, al seguir la vena, el hilo de su experiencia, es más importante todavía, puesto que después de todo nada parecía imponerlo en el primer tiempo , el de la articulación del inconsciente.
El inconsciente permite situar el deseo, éste es el primer sentido del paso que da Freud, ya por entero, no solo supuesto, sino propiamente articulado y desarrollado en la Traumdeutung. Cuando ya ha obtenido esto, entonces, en un segundo tiempo, el que inaugura Más allá del principio del placer, dice que tenemos que tener en cuenta esa función llamada ¿cómo?, repetición.
¿Qué es la repetición? Leamos el texto de Freud y veamos que articula.
Lo que precisa de la repetición es el goce, término que le corresponde en propiedad. En la medida en que hay búsqueda de goce en tanto repetición se produce lo que está en juego en ese paso, ese salto freudiano – lo que nos interesa como repetición y que se inscribe por una dialéctica del goce, es propiamente lo que va contra la vida. Si Freud se ve, de algún modo, obligado, por la misma estructura del discurso, a articular el instinto de muerte, es en relación con la repetición” (Pg. 48)
“Basta con partir del principio del placer, que no es más que el principio de la mentor tensión, de la tensión mínima que debe mantenerse para que subsista la vida. Esto demuestra que en sí mismo el goce la desborda y que el principio del placer mantiene el límite en lo que al goce se refiere.
Como todo nos lo indica en los hechos, la experiencia, la clínica, la repetición se funda en un retorno del goce, Y lo que el propio Freud articula en este sentido es que, en esta misma repetición, se produce algo que es un defecto, un fracaso”(Pg. 48)
“(Kierkegaard) Por el hecho mismo de que sea algo expresamente como tal repetido, por el hecho de que está marcado por la repetición, lo que se repite no puede estar más que en posición de pérdida con respecto a lo que es repetido (…) En relación con esta pérdida, desde el origen, desde esta articulación que estoy resumiendo ahora, Freud insiste, en la misma repetición hay una mengua de goce.
Así se origina en el discurso freudiano la función del objeto perdió, Y ni siquiera es necesario recordar que todo el texto de Freud gira expresamente en torno al masoquismo, concebido únicamente en esta dimensión de búsqueda de aquel goce ruinoso.
Y ahora viene lo que aporta Lacan. Se refiere a esta repetición, esta identificación del goce. En este punto, tomo algo prestado de Freud, dándolo un sentido que éste no indica, la función del rasgo unario, es decir, la forma más simple de la marca, que es el origen del significante propiamente dicho. Y aquí  les adelanto (…) que todo lo que a nosotros, analistas, nos interesa como saber se origina en el rasgo unario.
En efecto, el psicoanálisis se origina en un vuelco por el cual el saber se purifica, si puedo decirlo así´, de todo lo que puede confundirlo con un saber natural tomándolo por un no sé qué que supuestamente nos guiaría en el mundo circundante, con la ayuda de no sé que papilas que abría en nosotros y que sabrán orientarse de forma innata” (Pg. 49)
“No hay nada en común entre el sujeto del conocimiento y el sujeto del significante” (Pg. 50)
“Así, el significante se articula representando a un sujeto ante otro significante. De aquí es de donde partimos para dar sentido a esa repetición  inaugural en tanto repetición que apunta al goce.
El saber, en cierto nivel, está dominado, articulado por necesidades puramente formales, necesidades de escritura, lo que en nuestros días conduce a cierto tipo de lógica” (Pg. 50)
“Este saber muestra su raíz en el hecho de que, en la repetición, y para empezar bajo la forma del rasgo unario, resulta ser el medio del goce - goce precisamente en tanto supera los límites impuestos bajo el término de placer, en las tensiones usuales de la vida.
Lo que se manifiesta con este formalismo, para seguir a Lacan, es, como acabamos de decir, que hay pérdida de goce. Y la función del objeto perdido, lo que yo llamo el objeto a, surge en el lugar de esta pérdida que introduce la repetición. ¿Qué nos impone todo esto, sino la fórmula de que , en el nivel más elemental, el de la imposición del rasgo unario, el saber que trabaja produce, digamos, una entropía?” (Pg.51)
“Cuando el significante se introduce como aparato del goce, no tenemos pues que sorprendernos al ver aparecer algo que tiene relación con la entropía, puesto que se definió la entropía precisamente cuando se empezó a aplicar este aparato de significantes sobre la sonda física” (Pg. 51)
“Si algo nos enseña la experiencia analítica, es lo que se refiere al mundo del fantasma (…) Pero hay a pesar de todo algo completamente radical, la asociación, en la base, en la misma raíz del fantasma, de esta gloria, si puedo expresarme así, de la marca.
Me refiero a la marca sobre la piel, donde se inspira, en este fantasma, algo que no es más  que un sujeto que se identifica como objeto de goce.  En la práctica erótica a la que me refiero, que es la flagelación por llamarla por su nombre, por si acaso hay aquí algún archisordo, el gozar adquiere esa ambigüedad que resulta de que en ella, y sólo en ella, es palpable la equivalencia del gesto que marca y el cuerpo, objeto de goce.” (Pg. 52)
“Si el goce es reconocible, si es ratificado al recibir la sanción del rasgo unario y la repetición, que lo instituye desde ese instante como marca, si esto se produce, sólo puede originarse en una muy débil desviación en el sentido del goce, Estas desviaciones, después de todo, nunca serán extremas incluso en las prácticas a las que me refería hace un momento. (…)
De hecho, el goce sólo se caracteriza, sólo se indica en este efecto de entropía, en esta mengua. Por eso lo introduje en un principio con el término plus de gozar. Precisamente porque se capta en la dimensión de la pérdida – algo tiene que compensar, digamos, lo que de entrada es un numero negativo-  ese no sé qué que golpea, que resuena en las paredes de la campana, produce goce y goce a repetir. Sólo la dimensión de la entropía hace que esto tome cuerpo, que haya un plus de goce que recuperar.
Y esta es la dimensión para la que se necesita el trabajo, el saber que trabaja, en tanto  depende en primer lugar, lo sepa o no, del rasgo unario y, a continuación, de todo lo que se pueda articular como significante. A partir de ahí se instaura esa dimensión del goce, que bien puede teorizar y hacer vivir en la apatía de una religión, y la apatía es el hedonismo. (…)
Ahí está el hueco, la hiancia que de entrada llenarán, sin lugar a dudas, cierto número de objetos que, en cierto modo, están adaptados de antemano, hechos para servir de tapón. Aquí es donde se queda detenida la practica analítica clásica, poniendo de relieve estos distinto términos, oral, anal, escópico, incluso vocal. Son los nombres diversos con los que podemos designar como objeto al a – pero el a, en sí mismo, es lo que resulta de que el saber, desde su origen, se reduce a la articulación significante.
El saber es medio de goce. Y, lo repito, cuando trabaja, lo que produce es entropía. Esta entropía, este punto de pérdida, es el único punto regular a través del cual tenemos acceso al goce. En esto se traduce, culmina, se origina, la incidencia del significante en el destino del ser que habla.” (Pg. 53)



Anexo. Termodinámica.
Se considera que las Leyes de la Termodinámica son las leyes de «más categoría» de toda la física, y por ende, de toda la ciencia. Son las más comprobadas de toda la ciencia, y se consideran auténticos pilares de la física. Si algún día se demostraran equivocadas, toda nuestra ciencia moderna se tambalearía. 

Y sin embargo, pese a su importancia, son menos conocidas por el «ciudadano de a pie» que otras, como la Ley de Gravitación Universal, o la Ley de Acción y Reacción (Tercera Ley de Newton). Pues bien, en el artículo de hoy las repasaremos utilizando una divertida forma de recordarlas (una conocida formulación humorística de las tres leyes clásicas de la termodinámica, cuyo origen desconozco). 

Primera Ley 

La Primera Ley de la Termodinámica, en realidad sí que es muy conocida por el público en general, y posiblemente sea la ley física más conocida por todo el mundo. Se trata de la ley de conservación de la energía, que podemos enunciar así: «La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma». 

Su enunciación formal es diferente, pero la idea que subyace es esa. En cualquier proceso que podemos imaginar, la energía en juego es siempre la misma. Si ganamos energía, debe ser a costa de algo o alguien, y si la perdemos, debe ir a algún sitio. No podemos obtener energía de la nada, o como dice el dicho popular, «de donde no hay, no se puede sacar». 

Durante siglos, inventores de todo tipo han intentado encontrar lo que se denomina «máquina de movimiento perpetuo de primera especie»: una máquina que produce más energía de la que consume. Pero como podemos ver, eso es imposible. La Primera Ley nos lo impide. 

En el juego de la termodinámica, sencillamente, no puedes ganar

Segunda Ley 

La Segunda Ley de la Termodinámica es algo menos conocida, y más «críptica». Puede que a alguno le suene como la ley de «eso raro de la entropía». En efecto, la enunciación más común de la Segunda Ley nos dice que la entropía de un sistema (cerrado y que no esté en equilibrio), tiende a incrementarse con el tiempo, hasta alcanzar el equilibrio. 

¿Y eso qué significa? ¿Qué es eso de la entropía? Bueno, podemos definir la entropía como la «energía no aprovechable» para realizar un trabajo. Es decir, una energía que está ahí, pero que no podemos utilizar. ¿Y cómo es eso? Veamos, cualquier objeto del universo, por el mero hecho de estar a una temperatura superior al cero absoluto (0 K), tiene una energía interna, que denominamos calor (en realidad, siendo puristas, el calor es la transferencia de esa energía interna, pero de momento no necesitamos ser tan precisos). Pero para aprovechar ese calor, el objeto debe poder transferirlo a otro. Y para que esto ocurra, ese segundo objeto debe tener menor temperatura. 

Esto es muy fácil de entender si pensamos en lo siguiente: imaginemos que tenemos una jarra de leche caliente, y otra de leche fría. Si mezclamos ambos líquidos, la leche fría se calentará, y la caliente se enfriará, hasta que tengamos toda la leche a la misma temperatura. Sin embargo, si volvemos a separar la leche en dos jarras, nunca, jamás de los jamases, una se enfriará a costa de la otra (que se calentaría), de forma natural. Al mezclar la leche de las dos jarras, hemos realizado un proceso irreversible. Si queremos volver a tener una diferencia de temperatura entre las jarras, necesitaremos una fuente de energía externa, para «bombear» el calor de una a la otra. 

Así que podemos pensar que la Segunda Ley nos dice que el calor fluye de forma natural de los cuerpos de más temperatura, a los de menos. Y si queremos invertir ese proceso, necesitamos aplicar energía. Por eso los aires acondicionados y los frigoríficos consumen energía, a pesar de extraer calor (energía) de otros objetos, ya que ese calor extraído no es aprovechable. 

Una de las consecuencias de esta ley (y así la definió Lord Kelvin), es que no podemos transformar el 100% del calor en energía aprovechable. O lo que es lo mismo, no existe ningún proceso de transformación de energía, 100% eficiente. En todo proceso, perderemos algo de energía, en forma de calor, que se utilizará para elevar la temperatura de algún componente de nuestra máquina, o de su entorno, y no podremos aprovechar. 

Durante siglos, los inventores han intentado también encontrar una forma de transformar la energía, con una eficiencia del 100%. Pero eso sería una «máquina de movimiento perpetuo de segunda especie», algo menos ambiciosa que la de primera especie, pero igualmente imposible, ya que la Segunda Ley nos lo impide. 

En el juego de la termodinámica, tampoco puedes empatar

Tercera Ley 

La Tercera Ley de la Termodinámica, sí que es una «gran desconocida» para público en general. Es «la otra», el George Harrison de la Termodinámica. Y sin embargo también es fundamental, ya que nos permite definir escalas absolutas de temperatura. Básicamente nos dice que es imposible alcanzar la temperatura de 0 K (cero absoluto), en un número finito de procesos, lo que en la práctica significa que es imposible alcanzar dicha temperatura. 

Eso quiere decir que todos los objetos del universo tienen una temperatura superior a 0 K, por lo que todos los objetos del universo, tienen algo de calor, aunque sea muy poco. Y por tanto, ninguno escapa de la Termodinámica. 

En el juego de la termodinámica, ni si quiera puedes abandonar

«Ceroésima» Ley 

Existe una Ley Cero de la Termodinámica. Este curioso nombre es debido a que es mucho más básica que las demás, pero se enunció con bastante posterioridad (ya teníamos una Primera Ley). Dice que dos sistemas que estén en equilibrio termodinámico con un tercero, entonces están en equilibrio entre sí. Puede parecer una perogrullada, pero es necesaria enunciarla formalmente. 

Tiranía termodinámica 

Si nos quedamos con las tres leyes clásicas de la termodinámica, tenemos un juego en el que nunca querríamos participar, si tuviéramos la posibilidad de elegir: 

No puedes ganar
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Hernán Pasicel

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