ACTA 9. 05/06/10

            Comenzamos nuestro encuentro con una interrogación: ya que la fórmula “no hay relación sexual” es planteada como universal, ¿de qué manera se manifiesta la singularidad de cada sujeto?

“…hay en la estructura lógica algo que da cuenta de la importancia decisiva de la teoría freudiana debido al hecho de que originalmente el sujeto, respecto de lo que lo remita a alguna caída de goce, sólo podría manifestarse como repetición y repetición inconsciente.” (p.67)

            Esta singularidad que nos interroga, se manifiesta en análisis a partir de la caída de goce. Para poder dar cuenta de esto es necesario diferenciar repetición de transferencia. El lazo que articula al sujeto con el saber absoluto es la transferencia, ésta posibilita el recorrido del sujeto por el saber, es decir por los significantes. Hay necesidad de repetición porque hay caída de goce. La repetición es en transferencia.
También nos preguntamos por el mecanismo que causa la repetición. El objeto a es el que impulsa a la repetición. En cada búsqueda del objeto, éste se pierde, no se  produce el encuentro, hay una evocación constante al vacío. El objeto a es activo y el efecto de esta actividad es poner al sujeto en posición subvertida, descentrarlo de sí mismo.
            Para poder graficarlo, acudimos a la topología, en este caso al TORO: se dan vueltas y vueltas a la cámara, éstas tienen que ver con los objetos con los que se intenta cubrir la demanda. Se dan por ejemplo, 53 vueltas alrededor de la cámara, pero a esta cuenta le falta una vuelta y ésta que falta es la vuelta por la cámara completa. Es decir, 53 + 1. Este “más uno” responde al deseo. La demanda pide insistentemente objetos que no son, constituyendo al deseo. Cada vuelta es una pérdida nueva de plus de gozar y el sujeto desconoce que así arma el deseo.
Haciendo referencia a la mitología, podríamos pensar que el objeto para el sujeto es como Eurícide ya que siempre  se vuelve a perder.

“…Más allá del uso que den a una enunciación, aún suponiendo que sea un uso de demanda, es señalando la falla que exhibe como simple decir como podrán delimitar correctamente en la enunciación de la demanda qué ocurre con la falla del deseo.” (p.68)

            Como ya sabemos, toda demanda es demanda de amor. El darle un objeto a la demanda es no dar amor, ya que amar es dar lo que no se tiene. No se pide lo que no se tiene, sino algo más. Es así, que no hay que alienar la demanda al objeto ya que ésta es intransitiva, carece de objeto.
            El deseo está articulado a la demanda, esto queda muy claro con el TORO pero no es articulable, no es compatible con la palabra.

“…Hay tipos que braman, hay tipos que claman, hay tipas que hacen drama. Todo esto vale. Simplemente, nunca sabrán nada de lo que quiere decir esto, por la sencilla razón de que el deseo no puede decirse. El deseo no es más que la desinencia del decir y por eso esta desinencia primero debe delimitarse en el puro decir, allí donde sólo el aparato lógico puede demostrar su falla.” (p.68-69)

            Avanzando en la lectura, Lacan intenta dilucidar sobre la experiencia del análisis. Plantea al saber como un par ordenado. Este implica la relación de un significante con otro y otro y otro… el saber es la cadena significante misma. Son las articulaciones significantes en el inconsciente.
            El inconsciente es un saber sin sujeto, está fuera de su propio tiempo, no hay amo que se reconozca en ese pensamiento. El sujeto allí, es efecto del fallido, del sueño, etcétera. No es agente, es efecto. Estas producciones del inconsciente son verdades que permiten la apertura de la cadena significante. Es a partir de la asociación libre que se licencia al sujeto a dicha apertura. A su vez, planteamos como característica principal del inconsciente su aparición en acto. Será en análisis, vía la transferencia, que se armará un síntoma, el paciente no “tiene obsesiones”, se construye analíticamente.
El sujeto jamás se puede contar en su propio lugar, a nivel físico, no tiene sustancia. A nivel de la objetividad el sujeto no existe. El analista crea el nivel propio de cada sujeto. Es por esto que el sujeto se constituye a nivel ético y no óntico.
La ontología estudia las cosas que existen, el ente en sí mismo. En análisis se trata de una decisión ética por parte del analizante; decidirá olvidar un sueño ó hacer de un lapsus un error. La ontología concierne al ser y la ética a la falta en ser.

Finalizando el parágrafo 3, Lacan realiza una diferencia entre conjunto y elemento y apela a la “Paradoja de Russell” intentando mostrar el modo en que el sujeto insiste en querer hacer de los conjuntos UNO y que éste represente al gran Otro. Ahora este Otro, ¿es interior ó exterior al sujeto?

“…el sujeto, más allá de cómo pretenda subsumirse, ya sea a partir de una primera posición del gran Otro como incluyéndose a sí mismo, ya sea en el gran Otro limitándose a los elementos que no son elementos de ellos mismos, no podría universalizarse. No hay definición  englobante respecto del sujeto, ni siquiera bajo la forma de una proposición que dice que el significante no es elemento de sí mismo.
Esto demuestra también, no que el sujeto no está incluido en el campo del Otro, sino que el punto donde él se significa como sujeto es “exterior”, entre comillas, al Otro, es decir, al universo del discurso.” (p.70)

Retomando lo que nos interrogaba en un principio, afirmamos que el objeto a es causa de deseo ó plus de gozar, es una disyunción inclusiva ya que es la única vía de conexión entre el conjunto de significantes y lo real. Lo real en tanto imposible de simbolizar, en tanto imposible de comprender está mediatizado por el objeto a, como aquello que nunca termina de cerrarse respecto del conjunto. Delimita lo que no cierra, la abertura en el mundo significante. Ese mundo generó un real. El objeto a es el efecto de lo real en el cuerpo, es la intersección entre el sujeto y el Otro, a ambos le falta lo mismo, el “a”.


“Eso que así no me abandona, la lengua, es también, en realidad, en necesidad, más allá de la fantasía, lo que no cesa de separarse de mí.”
(Derrida, La Hospitalidad.)       

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