CAPÍTULO XXI
APORÍAS RESPUESTAS
Va a trabajar la disyunción
entre sujeto y goce. Este último, como algo forcluido, del lado de lo real.
Aunque esta afirmación se va a tornar ambigua en el desarrollo del texto.
“El a es el efecto de la caída que resulta de que en
el juego del significante se apunte sin embargo al goce. El sujeto, surgido de
la relación indecible con el goce, por haber recibido (¿de dónde?) ese medio,
el significante, se ve afectado por una relación con lo que, desarrollándose a
partir de allí, tomará forma de Otro, Otro al que sobrevienen avatares, que no
ha dicho su última palabra, y esto es lo que nos atrapa.”
Para elaborarlo toma
tres términos, ningún de los cuales puede pensarse sin el otro:
GOCE: lo que
queda por fuera, excluido.
OTRO: lugar
donde esto se saber. ¿El saber sabe del goce? El saber inconsciente. El
lugar del significante que apunta al goce.
OBJETO a: como
efecto de la relación entre significante
y goce, en tanto caída, de esta relación.
Agrega un cuarto
elemento:
SUJETO:
surgido de la relación con el goce, porque recibió del Otro el medio, el significante,
que apunta al goce.
Pasa de decir: “esto
se sabe” a decir: “eso se sabe”, y lo presenta a modo de axioma.
Introduce la noción
de infinito y su relación con lo real. Aquello que cuando lo quiero escribir se
pierde. Lo vinculamos con la Serie de Peano: lo que Peano escribe como +1, Miller
escribe como a.
Hay una exclusión de
los significantes porque el último siempre va a ser el Otro de todos los demás
y a su vez es el Otro de sí mismo. Cuando escribimos un conjunto, por ejemplo:
(1, 2, 3, 4) siempre hay uno que queda por fuera que remite al infinito.
La teoría de Russell
y la teoría del sujeto tienen la misma estructura.
Lo podemos pensar en
un análisis, donde hay combinaciones significantes que siempre marcan un punto
al infinito.
“Este punto al infinito es irreductible, por cuanto
concierne a un goce que queda como problemático, por cuanto instaura el
problema del goce de un modo que ya no es externo al sistema del saber”.
Insistió en que el
goce quedaba por fuera y ahora señala que “ya no es externo” lo que no quiere
decir que sea interno.
El que sí está
excluido es el significante fálico:
“En torno al significante fálico se ordena una
biografía en un análisis”.
En el transcurso de
un análisis, un paciente habla sobre ciertos “términos primitivos”, (concepto
que usa de la matemática) como lo son: el padre, la madre, el nacimiento de un
hermanito; el analista arma ese discurso con el lugar que ocupan en la
articulación del saber, como habíamos dicho el Otro, el goce y el
objeto a. Estos “términos” son lugares de distribución de goce, en el
círculo edípico.
Selecciona el
significante fálico como el ordenador de una biografía, un significante que es
distinto a los demás por su falta de equivalencia, que toca algo de lo
indecible por su propia estructura, que no hace cadena.
Lo vinculamos con el
seminario 6 donde Lacan hace referencia al significante fálico como “significante del
sujeto”, que lo funda como tal. Sin remitir a otro significante sino que remite
a lo que falta, al intervalo, porque no lo representa para otro significante, sino
que está en relación al intervalo.
Podríamos pensar al
significante fálico como apto como: significante del deseo, del sujeto y del
goce. Lo indecible.
Cuando menciona al goce
como no externo al sistema, pensamos en la relación entre significante fálico y
el goce que no está tan afuera. Retomando el infinito, es ese punto del
infinito el que está adentro. Cualquier significante se puede ubicar en el
lugar del significante fálico. La función fálica, estando afuera, está adentro.
Falo como articulación entre dos significantes, participando de los dos.
En un análisis, no
se interpreta la transferencia porque es ininterpretable, genera el acting out,
pero sí se interpreta la repetición, donde se ponen en juego: al sujeto como
efecto de esa interpretación y al falo, porque éste es la articulación
intervalar entre los significantes, entre el significante y él mismo como Otro.
“Cada significante remite tanto más al Otro cuanto que
solo puede remitir a él mismo como Otro.”
La función fálica,
estando afuera está adentro. En las combinaciones entre significantes emerge lo
que se articula y el punto al infinito de lo que no se articula. Esto no está
en otro lado, está ahí mismo, esa es la paradoja esencial, si no el final de un
análisis estaría en la última sesión.
Surgen preguntas:
¿Cómo pensar al infinito del lado del fin de análisis? ¿Se puede pensar por el
lado de la transferencia, por la caída del sujeto supuesto saber? ¿Qué pasa al
final de un análisis con lo que permanece, no en términos de infinito, sino
como aquello que hace anclaje?
El deseo de una madre
y de un padre se expresan en el modo en que ofrecen al sujeto el saber (los
significantes) el goce y el objeto a. Un analista no sólo debe explorar la
historia de un sujeto, sino el modo en que le ofrecieron estos tres términos,
que aparecerán en la transferencia.
Más adelante en el
texto surge una oración enigmática que la dejamos abierta:
“De una manera de algún modo inocente les era posible
cierta retirada con respecto al goce, mientras que nosotros, por la puesta en
juego de lo que llamamos capitalismo, estamos todos incluidos en la relación
con el goce de una manera que se caracteriza por su pureza, si se puede decir”.
¿Cómo se
caracterizaría una relación pura con el goce?
La neurosis abre la
pregunta sobre cuál es la verdad del saber, precisamente porque el saber
depende del goce. En tal dependencia hay unión y también separación permanente.
Agrega, que “el nudo constitutivo por el
cual el saber está supeditado a la prohibición del goce”. Y con esto
introduce el lugar del padre en la neurosis.
El obsesivo rechaza
tomarse por amo, porque lo que le importa es es la relación del saber con el
goce. Él sólo autoriza su goce a partir
de la deuda.
La histérica rechaza
tomarse por mujer. “Ella promueve el
punto al infinito del goce como absoluto”. El punto al infinito es lo que
marca en la combinación significante, la relación a lo absoluto del goce.
Quiere ser el goce que al padre simbólico le falta. Hace aparecer la castración
en términos de realización: ¿sos ó no sos aquel al que no le falta nada?
Carla Riccono
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