Las tres
estéticas no son tres teorías completas de Lacan sobre el arte. Se trata más
bien de tres tópicas de la creación artística y de su producto, que insisten,
en modo inédito, en poner el arte en una relación determinante con lo real.
Las tres
estéticas implican el giro en la obra de Lacan hacia lo real.
Cuádruple
advertencia.
1)
No
existe en Lacan un interés estético separado al de la ética del psicoanálisis y
su práctica.
2)
Las
“tres estéticas” no interesan a Lacan como un discurso completo sobre el arte
sino cómo en una práctica simbólica -como es la práctica artística- se puede
asilar y encontrar la dimensión irreductible al simbólico, de lo real.
3)
Las
“tres estéticas” no son tres teorías que se suceden cronológicamente. Son modos
diversos de definir psicoanalíticamente la esencia de la obra de arte, modos no
excluyentes si no que conviven en tensión constante.
4)
La
perspectiva de las “tres estéticas” es freudiana, se fundan e implican tres
diversos paradigmas del goce, tres modos distintos de implicar lo real
pulsional.
Primer estética: La estética del vacío.
El arte
como organización del vacío es en efecto una tesis que se encuentra
desarrollada ampliamente en el Seminario 7.
Arte como
una organización significante de una alteridad radical, extrasignificante. El
funcionamiento del Inconciente está sí estructurado como un lenguaje, tiene sí
un funcionamiento significante pero, a partir de la vuelta del seminario 7, en
el centro mismo de este funcionamiento aparece una dimensión no reductible a la
del significante y que, gracias a esta irreductibilidad, a esta resistencia, se
constituye como lugar (vacío) de origen de otra posible representación.
El arte,
como la experiencia del psicoanálisis, no evita, ni obtura, pero si bordea el
vacío central de la Cosa. La tesis del arte como “organización del vacío”
coloca a la obra de arte en una relación decisiva con lo real de la cosa. La
estética del vacío es una estética de lo real –una estética en relación a lo
real-, que no se degrada jamás en un culto realístico de la cosa como sucede en
gran parte del arte contemporáneo.
La tesis
lacaniana de la obra de arte como borde del vacío de das Ding nos incita a
preservar, por el contrario, una distancia esencial entre la obra de arte y el
vacío que ésta organiza y circunscribe. Oposición con la tesis del arte como
exhibición psicótica o perversa de la Cosa. El arte es una circunscripción
significante de la incandescencia de la Cosa.
En esta
primera estética el arte se define como una práctica simbólica orientada a
tratar el exceso ingobernable de lo real. Pero el tratamiento estético de este
exceso parece diferente de lo ético. En la ética está en juego la asunción
subjetiva del kakon de la Cosa, en la estética se juega más bien la
organización, la circunscripción, el borde, el velo de la Cosa.
Siendo
irrepresentable en sí, la Cosa solo puede ser representada como “Otra Cosa”. La
condición de la sublimación es de hecho
una toma de distancia de la Cosa. Si nos aproximamos demasiado a la cosa no hay
obra de arte posible; el aire psíquico resulta irrespirable; no hay creación
solo destrucción de la obra. Sin embargo, Lacan insiste en pensar la
sublimación en su relación con la cosa. Trias: Lo ominoso como efecto del
encuentro del sujeto con lo real mudo de la Cosa es la condición y al mismo
tiempo el límite de lo estético.
Lo bello
como barrera frente al vórtice del das Ding, parece retomar al Freud del poeta
y los sueños diurnos, en donde reconoce al “verdadero arte poético”, la
capacidad de hacer soportable lo repugnante y desagradable.
Sin embargo
lo bello, para preservar su fuerza estética, debe estar en relación con lo
real; la belleza es un velo apolíneo que debe hacer presentir el caos
dionisíaco que pulsa en ella.
Lo bello
nos acerca a la Cosa, y sin embargo nos mantiene separado de ella.
No existe
una obra de arte que no implique una actividad sublimatoria, o bien una
mediación, una defensa frente a lo real.
¿Qué
significa la sublimación “como elevar el objeto a la dignidad de la Cosa”?
Elevar no
es idéntico a exhibir o a mostrar. Elevar un objeto a la dignidad de la Cosa
significa introducir un bordeamiento significante en torno al vórtice de la
real.
La
sublimación produce una vuelta al objeto, no tanto como resto de la operación
significante que cancela a la cosa, que pone la cosa bajo la barra, sino más
bien como índice de la cosa. La creación artística hace surgir el objeto sobre
el vacio de esta “tachadura” significante como signo de ésta misma tachadura y
de su ineludible residuo.
Lo que
atrae el interés de Lacan es como del objeto se puede extraer la cosa, o si se
prefiere, como la cosa subsiste ya en el objeto. Por consiguiente el objeto
separado de su función de uso revela la Cosa, de lo cual eso es índice, pero
más allá de sí mismo.
En el
seminario VII Lacan se refiere principalmente a la dimensión aparentemente más
cotidiana del objeto (manzanas, cajas de fósforos, los zapatos de campesino)
para mostrar la acción de la sublimación artística como acciones de
presentificacion-ausentificacion de la Cosa.
La obra de
arte imita los objetos que representa pero solo para extraer un sentido nuevo,
inaudito, irrepresentable. En este sentido ahora el objeto representado está,
no tanto en relación con el objeto de la naturaleza, sino en relación al vacio
de la cosa
Manzanas,
zapatos, cajas de fósforos; la estética del vacío sustrae el objeto “renovado”
del imperio mundano de la utilidad, para indicar a través del objeto, pero
mucho más allá de cualquier lógica de lo útil, el vacío central de la Cosa.
La segunda estética: la estética anamórfica
La segunda
estética es una estética anamórfica, y tiene su punto de condensación en el seminario XI.
La segunda
estética teoriza fundamentalmente el
arte como encuentro anamórfico con lo real: su criterio no es lo bello como
barrera simbólica en nuestras confrontaciones con el horror (estética del
vacío), sino la “función cuadro” como función que presentifica lo
irrepresentable: punctum que agujerea la función studium.
En este
seminario el goce aparece localizado, bordeado estructuralmente, mediante la
operatividad de la castración simbólica que lo distribuye, fragmentándolo,
sobre los bordes de los orificios pulsionales del cuerpo del sujeto.
El arte ya
no es convocado a ejercer una función de organización y bordeamiento de lo
real, sino que más bien hace posible justamente el encuentro con lo real. Es
más una estética de la tyche que una organización del vacío. El acento no está
puesto más sobre el objeto cotidiano de
los cuales se extrae la Cosa sino más bien sobre el objeto anamórfico
(suspendido y oblicuo) como aquello que opera una ruptura ominosa de lo
familiar.
Lacan
define un criterio estético para discriminar aquello que es arte de aquello que
no lo es. Hay una obra de arte solo donde está en acto la “función cuadro”.
Dos
significaciones de la “función cuadro”
1)
Referencia
a la Tyche: la capacidad de producir un encuentro con lo real. Este encuentro
invierte la idea de aprehender la obra. No es el sujeto el que contempla la obra, sino es la exterioridad de
la obra que aferra al sujeto. Ahora este “ser atrapado” por la obra no es una
caída del sujeto en el vórtice de la cosa. Lacan hacer referencia más bien a un
placer del ojo, al ser atrapado por el cuadro como una experiencia estética de
abandono, pacificación, como una deposición de la mirada. Efecto apolíneo,
pacificante de la pintura.
2)
Problema
de la figurabilidad misma del sujeto. La función cuadro no proporciona una
representación del sujeto, sino más bien una representación del límite de su
posibilidad de representación. La “función
mancha”. Esta última muestra al sujeto como entregado a la mirada del Otro,
a una mirada que viene desde afuera y subvierte la idea clásica del sujeto como
artífice de la representación. El más allá
de la representación tiene como presupuesto el hecho de que el punto de
perspectiva está ubicado fuera del
sujeto. No es el sujeto que mira es el Otro que mira al sujeto. La mancha es
una función de aniquilación del sujeto de la representación, puesto que
conmociona el ser del sujeto y lo aniquila.
Hay obra de arte cuando hay
encuentro con la mancha, con aquello que agujerea el marco puramente
representativo de la organización semántica de la obra.
La
función cuadro revela en última instancia
al sujeto mismo como función mancha, como imposible de reconocerse, como
exceso excluido de la captura del significante. El punto ciego de la visión
tiene que ver justamente con este exceso constitutivo. El sujeto es el lugar de
la representación que, sin embargo, no
puede representarse a sí mismo.
Cómo lo logra: por medio de la deconstrucción del marco de la representación, la función mancha
activada por la función cuadro para hacer posible el encuentro con lo real. La
estética anamórfica es una estética que hace surgir una discontinuidad real a
partir de la mancha en la visión.
Holbein: La aparición del real encarnado en el objeto
anamórfico de la cabeza del muerto no adviene a través de una hermenéutica
simbólica, sino más bien por la vía de una deconstrucción formal. El punto
opaco de la calavera aparece en el centro de la obra como “función mancha”
La tercera estética:
La estética de la letra.
La tercera estética de Lacan es la de la letra. Aquí el real
no está más en relación al abismo de das Ding, y ni siquiera se configura como
un resto localizado, parcializado, capturado en el detalle en exceso de la
figura anamórfica. La tercera estética es una estética de la singularidad. Al
centro está la función del cuadro como función
de la letra. La letra es el encuentro contingente con aquello que siempre
ha estado, con la esencia como lo “ya estado”. Se trata de una nueva teoría del encuentro.
En la tercera estética una nueva teoría del encuentro nos
conduce hacia la dimensión singular del acto como modalidad de separación del
sujeto de la sombra simbólica del Otro.
En el apólogo de la lluvia narrado por Lacan en Lituraterra
el encuentro es une efecto del clinamen que oficia como rasgo singular de la
universalidad del significante. El encuentro de la lluvia que cae sobre la
tierra, liberada de la nube del significante, produce una erosión, deja un
trazo, de la impronta singular. La letra no es aquí, como era en el fondo en la teoría de la alienación significante
que orienta el seminario XI, el significante que mortifica el cuerpo viviente,
aquello que lo incide. La tercera estética se concentra sobre la emergencia –a
través del encuentro contingente- de la singularidad, de la traza singular,
irreductible a la universalidad del significante: impronta única, signos
irrepetibles se diseñan sobre la tierra en el limita –el litoral- entre
significado y goce.
En el apólogo lacaniano de la lluvia la traza depende de la
universalidad de la nube del Otro de la cual llueve significado y goce, pero su
existencia material sobre la tierra es un hecho absolutamente singular: fruto
de una contingencia inasimilable a cualquier determinación significante. Este
es el valor del ideograma oriental: una escritura que prescindiendo totalmente
de lo imaginario, resulta vinculada al gesto singular, a lo irrepresentable del
ejercicio caligráfico, en el cual, precisamente, “la singularidad de la mano
destruye lo universal”
Doble estatuto de la singularidad:
-
Absolutamente
necesaria: es absolutamente necesaria la caída de la lluvia que manifiesta la
acción del Otro-
-
Absolutamente
contingente: la impronta singular que no puede ser reducida a un epifenómeno de
esta caída –no es más el efecto lineal de una causa determinística-.
La tercera estética tiene como presupuesto un
significante suelto en la cadena, una no articulación, un absoluto singular
excéntrico a la universalidad del significante. Mientras en la primera estética el exceso irreductible
de real se constituye en la Cosa, el arte se manifestaba como su organización
significante, y en la segunda estérica este exceso es todo interno al obra (es
su punctum ominoso – éxtimo) en la tercera estética esto se manifiesta en la
singular, que se revela marcado por la repetición, por la necesidad de la
repetición, de una repetición que se
entrelaza con la contingencia más pura. El exceso de lo real –irreductible al
significante- se manifiesta en la
singularidad de la letra como destino.
En este sentido, la tercera estética encuentra
su solución más eficaz en la experiencia del pase y en la escritura del poema
subjetivo que este comporta.
Retomamos el seminario
16, Capìtulo XIV “Las dos vertientes de
la sublimación”
Página 211: “Lo importante es que algo aquí se parece a la Cosa, esa Cosa que hice
hablar en su tiempo con el título “La cosa Freudiana”. Por eso le damos rasgos
de mujer cuando en el mito la llamamos la verdad. Solo que no hay que olvidar,
y ese es el sentido de estas líneas en el pizarrón, que la Cosa seguramente no
es sexuada. Es probable que esto sea lo que permite que hagamos el amor con
ella, sin tener la menor idea de lo que es la Mujer como cosa sexuada”
¿Qué quiere decir que la cosa no sea sexuada? ¿La cosa es la mujer? ¿Se parece a la cosa?
Página 208: “La
mujer en su esencia, si es algo, y no sabemos nada al respecto, está tan reprimida
para la mujer como para el hombre. Y lo está doblemente. En primer lugar porque el representante de su representación
está perdido, no se sabe qué es la mujer y si a continuación se recupera este
representante es objeto de una Verneining”.
No hay relación sexual, no se sabe qué es la
mujer. La mujer tiene domicilio desconocido. Salvo por las representaciones. Por eso “parece” la cosa
La idea de la sublimación en tanto elevar el
objeto a la dignidad de cosa no quiere decir que el objeto sea la cosa sino que lo parezca. Es decir, tomar
al objeto y organizarlo de tal forma que evoque o connote la dimensión cosa.
Que se parezca a la cosa, después de lo que
estuvimos diciendo, quiere decir que se
parezca a la pérdida de la cosa.
Un ejemplo de esto es el cuadro de Magritte, la
sublimación es escribir al lado de la representación de un objeto “esto no es
una pipa”. Magritte dice, al escribirlo, se parece a la cosa, pero no es la
cosa.
Referencia al libro de Foucault “Esto no es una
pipa”.
La mujer como representante se parece a la
cosa.
La mujer es sexuada, la cosa no.
1) Entrar en el circuito falo-castración haría
devenir a la cosa sexuada.
2) La degradación. En tanto entra en la
sexuación, hay degradación.
Pregunta : ¿es Cosa y se degrada en sexuada o
es Ideal y se degrada en sexuada? El Ideal no es lo mismo que la cosa…
Entonces hay que ver la relación de la Cosa y
el Ideal.
Freud planteaba que Sublimación e Idealización
son dos caminos distintos. La idealización supone otro destino pulsional que la
sublimación, supone la represión.
El amor cortes es una pista para hacer a la
mujer inaccesible, sin tener la menor idea qué es la mujer como cosa sexuada.
Entonces al hacerla intocable a la mujer, en términos del amor cortes, yo la
hago asexuada. La cosa seguramente no es sexuada. Porque si es sexuada la
degradé y la toqué. Si es sexuada la degradé, entonces la pude tocar. La
transforme de “A” a “a”. Entonces, el amor cortes es “la mujer es inaccesible”,
la “hago” inaccesible, la transformo activamente. Es un circuito que genera una
inaccesibilidad central.
Hay un libro de Flaubert “La educación sentimental”, en este libro un
tipo hace efectivamente el amor cortés, es decir, se enamora locamente de una
mujer, Madame Arnoux, una mujer casada. El marido al que él odia, tiene amantes
y este tipo de acuesta con estas amantes pero nunca con Madame Arnoux.
Si la mujer entra en la economía de
Falo-Castración se sexualiza, entonces se degrada.
Si la mujer queda idealizada, que puede estar idealizada
(¿Es inaccesible por Ideal o por Cosa? ¿Por qué plantearlo millerianamente en
términos de una cosa o la otra?) Si yo idealizo una mujer y toda mi actividad
está en disposición de no tocarla, de girar alrededor de ella, girar alrededor
de ella pero no tocarla. Y decir “este es el amor de mi vida”, es hacer que se
parezca a la Cosa. La sublimaste, la elevaste a la dignidad de Cosa. Elevarla a
la dignidad de Cosa es quitarla de la lógica Falo-Castración.
Esto es lo que pasó entre Kierkegaard y Regina,
eso le permitió escribir “La repetición”.
Siempre que planteamos idealización planteamos
por un lado la represión y por otro la sublimación. Ahora se nos juntaron. ¿Por
qué? Porque si yo idealizo a una mujer tanto es así que no la toco, si no la
toco se parece más a la Cosa, tiene una representación, por lo tanto se me
aparece en una forma negada, todo lo que venimos viendo en el texto. Entonces
no es que la sublimación y la idealización están tan lejos. Parece que para no
acceder a una mujer hay que idealizarla, y efectivamente en el amor cortes la
dama es la dama del pensamiento.
Hernán Pasicel
1 comentario:
Nada tan sublime y abyecto como la cruxificion el petit a del triskel el cuerpo del que dice
ser el hijo del hombre la cruz representancia borroneica de lo tres mas la madre como sinthoma maria la madre de los cristianos 14 staciones de la logica del fantasma de lo perverso de su pasion a lo sublime de su redencion dos seminarios antes lacan hablaba de la lexis en los problemas cruciales posteriormente en las meninas instituye el crroscap borro proyectivo para pasar a la superficie en la lectura imamginaria simbolica y real deste objeto petit tanto intencional como extencional
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