Continuando con la
temática de la última reunión, leemos en Lacan dos afirmaciones para resaltar
en relación a la obra de arte con fin sublimatrio.
Por un lado, ese
valor comercial que se le otorga a ésta es el valor de goce “que sólo se
instituye por su evacuación del campo
del Otro como lugar de la palabra”. Y por otro lado, se puede pensar al objeto a como equivalente de ese goce,
es decir en tanto “valor de goce”.
Lacan nos
transmite en esta clase, la siguiente fórmula: un conjunto de significantes S
representa el sujeto para otro significante que llamaremos Otro. Es decir, un
S1 es un conjunto de significantes que representa al sujeto para un S2 que es
el Otro.
Hace incapié en el
lugar del objeto a “El se encuentra en un lugar que
designamos con el término de éxtimo, conjugando lo íntimo con la radical
exterioridad. Debe saberse que en la medida en que el objeto a es éxtimo, y
exclusivamente en la relación que se instaura a partir de la institución del
sujeto como efecto del significante, determina por sí mismo en el campo del
Otro una estructura de borde.”
El objeto a en la clínica no sólo se
verifica como equivalente al goce, sino también como “captura de goce” y el ejemplo más claro de esta función son las
formaciones del inconsciente, en particular el chiste.
“A partir del chiste construí este grafo que, no por
no haber mostrado aún a todos sus alcances, resulta en este caso menos
fundamental.
Como todos saben y pueden ver, está hecho de la red de
tres cadenas, dos de las cuales se encuentran ya marcadas, si no elucidadas,
por fórmulas que en algunos casos se han comentado mucho. En particular (sujeto
barrado losange D) marca como fundamental la dependencia del sujeto respecto de
lo que con el nombre de demanda ha sido fuertemente separado de lo que atañe a
la necesidad. La forma significante, los desfiladeros del significante, como me
expresé, especifican la demanda, la distinguen y no permiten de ninguna manera
reducir su efecto a un simple apetito fisiológico.”
Destaca el piso
superior del grafo, donde se encuentran “los desfiladeros del significante”
pero también, y fundamental, ahí está la pulsión. Es decir, que los pisos no se
dividen en el piso de la pulsión por un lado y el del significante por otro,
sino donde localiza la pulsión allí también están los significantes, estos que
darán cualidad a la demanda.
Avanza Lacan en el
mismo párrafo diciendo:
“Esto se exige
de aquí en más –pero se encuentra esclarecido por este medio- por el solo hecho
de que estas necesidades sólo nos interesan en nuestra experiencia en la medida
en que su posición equivale a una demanda sexual.”
Sin ponerlo en
palabras Lacan, agregamos que para decir que la demanda es sexual es necesario
introducir la función del falo, función inscripta en ambos pisos y desde el
inicio del grafo del deseo. Representado por cada una de las barras tiene
carácter mudo pero nos anoticiamos por sus efectos.
“Si queda algo aquí que, aunque tratado siempre en mi
discurso, y particularmente este año, no ha alcanzado aún su plena dimensión
–puesto que allí está el objeto, y que a partir de allí avanzo-, es lo que
ocurre con esto, S(A barrado). Este es el significante por el cual aparece la
profunda incompletud de lo que se produce como lugar del Otro, o, más exactamente,
lo que en este lugar traza la vía de cierto tipo de señuelo completamente
fundamental. El lugar del Otro evacuado del goce no es tan solo lugar limpio,
círculo quemado, lugar abierto al juego de roles, sino algo que en sí mismo
está estructurado por la incidencia significante. Esto es precisamente lo que
introduce esta falta, esta barra, este hiato, este agujero, que se distingue
con el título de objeto a.”
Nos remitimos al
libro “La extimidad” de J. A. Miller capítulo: La irrupción de goce, página 163, para poder desmenuzar este párrafo tan
enigmático.
“Si tomamos en serio que la incorporación de la
estructura tiene un efecto mortífero, el goce es una función vital y no puede
afectar más que a un cuerpo que vive. Salvo que nos planteemos la cuestión
límite, como ya recordé, del goce de los muertos. Sabemos que en él reside el
principio de muchos mitos de aparecidos que, a falta de una satisfacción, la
buscan en detrimento de los vivos absorbiéndoles algo de su goce.”
“Si se tiene esto en el horizonte, debe hacerse del
goce una función vital. Solamente un cuerpo vivo goza.”
Daniel ejemplifica
el párrafo con los sueños de angustia. Cuando una persona sueña con un familiar
querido y muerto que no habla aparece la angustia ya que no se sabe qué quiere,
qué viene a pedir. El silencio del muerto es angustiante, el habla, pacifica.
Continuamos con el
texto:
“¿Cómo se traduce la incorporación de la estructura
sino por un vaciado del goce (nosotros
agregamos, evacuación del goce en términos de Lacan), cuyo modelo según el ejemplo de Lacan, nos lo da la sepultura? ¿Qué
encontramos en las sepulturas? Hallamos el cuerpo muerto rodeado de lo que ha
servido para satisfacerlo durante su existencia.”
Sólo sabemos del
goce en los cuerpos vivos, si un muerto goza lo desconocemos.
Hernán nos recita
una estrofa de una poesía de Roberto Juarroz, de Poesía vertical:
El hombre,
maniquí de la
noche,
apuñala vacíos.
Pero un día,
un vacío le
devuelve la feroz puñalada.
Y sólo queda
entonces,
un puñal en la
nada.
Continuando con la
localización del goce en el cuerpo Miller se refiere a las zonas erógenas, ó
mejor dicho que fueron erogenizadas, esas zonas límites del cuerpo expulsadas
de lo particularmente orgánico, caracterizadas por ser lugares de captura de goce, zonas
parciales del cuerpo que gozan. Siempre resaltando que se repite para volver a
perderse, ya que el goce es pérdida de goce.
El lugar del Otro,
tiene dos funciones que lo caracterizan: es el conjunto de significantes y
también introduce y a la vez expulsa el goce del cuerpo. Es el cuerpo en tanto
muerto, ya que si estuviera vivo, habría goce.
Miller lo hace
equivaler al menos Uno, ya que éste representa el conjunto vacío del cuerpo en
la medida en que se le sustrajo el goce. El Otro se vuelve menos Uno sólo
retroactivamente, ya que hubo sustracción.
Estos rodeos nos
sirven para esclarecer la relación entre goce-cuerpo-significante, pensando al
Otro como cuerpo significante.
Es claro el vaivén
permanente entre lo vivo y lo muerto. El Otro del significante lleva en sí lo
que a su vez no es significante. Expulsa lo que no es significante y le retorna
como objeto a, esta es “la limpieza
impura de goce”.
Esto lo observamos
en un cuerpo bípedo, que para que se conforme como tal, debe haber habido una “inyección
de significantes” en el inicio que lo sostengan, especie de muletas que logren
la ruptura con la gravedad. Significantes, que vienen de Otro. Este,
presentifica otro cuerpo, que con sus objetos pulsionales lo sostiene, le da
vida.
Otro evacuado de
goce, limpio de goce, puro, no existe. Miller da como ejemplo la tumba, donde
hay un cuerpo muerto aunque con elementos de goce como collares, anillos,
vasijas, etc.
Volviendo al
seminario, Lacan se pregunta: si el significante representa siempre al sujeto
para otro significante, ¿hay el Otro de los significantes, es decir un S2
último, Otro del Otro?
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