ACTA 8. 30/05/10

ACTA  8.  30/05/10

Parágrafo 2

Lacan retoma la asociación libre como regla que instaura la práctica psicoanalítica.
Libre es “dar licencia al sujeto”; y agrega que “licenciar al sujeto es una operación no obligatoriamente lograda”.
El punto de discusión, en nuestra reunión, fue acerca de la libertad en la asociación.
Cuando se instaura la regla fundamental, en ese mismo acto, se pierde el hilo, ¿quién habla, a quién habla, qué dice? No sabemos lo que se dice, pero es necesario un sujeto como soporte de un decir.
“Sujeto como soporte de un decir”. Esta misma frase es ambigua: ¿el sujeto ya está de antemano, es una sustancia que sostiene un discurso y lo dice?
Por otro lado, ¿de un decir de quién?, ¿qué discurso se pone en juego?
¿Quién asocia?, ¿yo?, ¿libremente?

Hasta ahora venimos persiguiendo “un discurso sin palabras”, y tenemos una clave enigmática “Yo, la verdad, hablo”.
Lo que no podemos negar es que la asociación libre implica de por sí el trabajo sobre un discurso: “Hable, y diga lo primero que se le pase por la cabeza…”, alguien tiene que hablar, para dar licencia al sujeto. Tendríamos que pensar aquí si dar licencia no podría ser lo mismo que emerger, por lo que la asociación libre daría la posibilidad de que un sujeto emerja. Entonces tendríamos al sujeto como efecto del significante.
Hasta ahora sólo podemos afirmar que “no hay sujeto, sino de un discurso”. (Si hay físicos es por el discurso de la Física).

Retomo el seminario.
“… la verdad precisamente no se dice por un sujeto, pero se sufre…”.
Apuntaba nuestro director de investigación (si mal no recuerdo porque mis apuntes son lamentables) que Lacan está tratando de postular a un discurso sin sujeto, un discurso vaciado de sujeto o de subjetividad. (Acá podemos pensar al logos heraclíteo, sobre todo en el fragmento 50, también el 1 y el 2, que les adjunto alguna idea en otro archivo).
Podemos pensar que “no se dice por un sujeto” en tanto agente de un decir, sino por el contrario, lo padece, lo sufre.
Entonces, cuando la verdad diga algo, el sujeto va a aparecer. Así planteamos al sujeto como movimiento entre los significantes. El sujeto estaría entre dos elementos no sustanciales, que no sabemos muy bien qué es cada uno de esos elementos, salvo que es “lo que” representa al sujeto. Podríamos postular que el sujeto nunca se presenta en sí mismo (no es una sustancia), sino que lo que se hace presente es “lo que” lo representa. El sujeto es un sujeto representado.
Planteamos la cadena del enunciado y la cadena de la enunciación. Cuando en el discurso se produce un corte de la cadena, un fallido, aparece algo de otro orden, y eso nos daría la pauta desde donde habla. Surgió el problema: ¿esa posición refiere a la posición de goce?, y ¿quién goza: yo, persona, subjetividad?, ¿en el fantasma? Nuevamente se planteó la pregunta por el sujeto, que según:
Verónica: sujeto de un decir;
Carla: sujeto del inconciente;
Claris: sujeto subvertido;
Juan: sujeto representado;
Daniel: sujeto supuesto;
Marcelo: sujeto metonímico.

“El sufrimiento es un hecho”.
Hecho antes lo define (parágrafo 1) como pathos del significante, todo lo que hay en el mundo es un hecho, sí y sólo sí está articulado con el significante. Y para que haya sujeto, es necesario que el hecho sea dicho. En nuestra cadena argumentativa, ahora podemos decir que si sufrimiento es hecho, y hecho está encadenado al significante, cuando el hecho es dicho, surge, como efecto, un sujeto.

“Hay sufrimiento que es hecho, es decir que encubre un decir. Por esta ambigüedad se refuta que sea insuperable en su manifestación. El sufrimiento quiere ser síntoma, lo que significa verdad”.
La primera pregunta que me surge es si hay sufrimiento que no sea hecho, o sea, que no esté atravesado por el significante.
La segunda pregunta es qué estatuto tiene ese decir encubierto: ¿es simbólico, es real, es una articulación simbólico-real?
Que no sea insuperable en su manifestación también nos retrotrae al parágrafo 1, cuando define a la verdad como “lo que del hecho no puede decirse se designa, pero en el decir, por su falta, y eso es la verdad”. Nuevamente aparece una definición utilizando “lo que”, nuevamente algo que no puede terminar de decirse, o de definirse de modo cerrado. Por eso dice “la verdad siempre se insinúa… su lugar es entre líneas”.
Si el sufrimiento es hecho, eso ya está atravesado por el significante. Pero que esté articulado por el significante no lo eleva al estatuto de síntoma, sino que aspira a ser síntoma: nos encontramos con un sufrimiento que es atravesado por el significante (hasta aquí sería un hecho) y que es posible que se manifieste, y el modo de manifestarse es como síntoma.
O más claro: que haya un sufrimiento que encubra un decir, es un hecho. El hecho no es un síntoma, sino que el síntoma es el modo en que el hecho se manifiesta, es decir, la manifestación de un decir que se sufre.
(Acá podríamos pensar que entre el hecho y el síntoma podría estar mediando la transferencia).
Y por último, el síntoma designa lo que del hecho no puede decirse, “lo que significa verdad”.

“… hago decir al sufrimiento, como hice decir a la verdad, Yo hablo, aunque en términos modulados para uno y para otro, y en un tono distinto”.
Establece cierto equivalente entre sufrimiento y verdad, pero aclara que no son lo mismo. El punto de equivalencia podría ser la posición del sujeto respecto a la verdad y respecto al sufrimiento: el sujeto siempre queda como pathos.
“… en términos modulados para uno y otro…”, podría implicar modos distintos de decir: el modo de decir de la verdad, Yo hablo, y el modo de decir el sufrimiento, Yo hablo, son distintos. Pero el sujeto siempre queda como pathos, sujetado de ese Yo hablo, nunca como agente.

“El sufrimiento tiene su lenguaje… es lo inconciente de todo discurso”.
Que la verdad diga yo, define dos campos extremos:
1)                 El sujeto sólo se orienta por ser efecto del significante: ese donde hay pathos del significante sin haberle cargado todavía nada al sujeto en nuestro discurso. Es el campo del hecho.
2)                 Lo que se esbozó en Sinaí: lo que dice yo.
Otra vez la misma observación, y es “lo que”, eso que dice yo queda indeterminado o no termina de decir lo que es. No dice Lacan: “El que dice yo”. Esto me remite nuevamente a la definición del significante: “es lo” que representa… o sea “lo que dice yo” queda enmarcado en términos discursivos, en términos significantes.
Por otro lado, al decir “lo que dice yo”, nos serviría para seguir argumentando la idea de la desubjetivación del discurso –como antes nos marcaba, según mi memoria poco fiable, nuestro director de investigación.

“Los metafísicos, los pensadores griegos tradujeron Yo soy el que es, porque, por supuesto, necesitaban al ser. Solo que no significa esto. Hay términos medios, hablo de personas que dicen Yo soy el que soy, lo cual tiene la bendición romana, pero no quiere decir nada. Por mi parte, hice notar que había que escuchar Yo soy lo que soy, que tiene efectivamente por lo menos un valor de puñetazo a la cara”.

“Pero dado que el Sinaí resurgió aquí a propósito de la verdad que dice yo, dado que está hecho, sigamos. Creo que hay que traducir Yo soy lo que yo es”.
Yo, la verdad, soy “lo que” la verdad es.
Nuestro director de investigación nos volvía a acentuar la intención de Lacan de construir un saber sin sujeto.
Es posible pensar si se trata de un discurso teológico, o en qué puntos coinciden un saber que no implique al sujeto y un saber trascendente. (Hay diferencias, pero habría que establecerlas).

“El Sinaí me apareció así para ilustrarles lo que me propongo interrogar en torno del yo, en la medida en que la verdad dice yo”.
Lo que interroga en torno del yo, no se trata del yo imaginario, sino del gran Otro.

“… al cuestionar la función del Otro desde el principio mismo de su topología, hago temblar propiamente lo que Pascal llama el dios de los filósofos. No es una pretensión demasiado grande, es verdaderamente la cuestión que está a la orden del día”.
Introduce al Otro como un lugar, como una topología.

“… homenaje a nuestro Pascal dijo Yo soy lo que yo es. Más allá de que haya dicho la verdad o no, el hecho de decirlo tuvo algunas consecuencias. No entiendo por qué, aun sin ver allí la menor oportunidad de verdad, no nos iluminaríamos con algunas de estas consecuencias para saber qué ocurre con la verdad en la medida en que dice yo”.
Hicimos alusión al Es freudiano, “Allí donde eso (Es) estaba, el yo debe advenir”.

“La suerte del Otro pende no diré de mi interrogación, sino de la que plantea la experiencia psicoanalítica.
El drama es que, más allá de la suerte que reserve al Otro este cuestionamiento, la misma experiencia demuestra que soy o sigo (je suis) –en los dos sentidos maravillosamente homónimos que tienen en francés estas dos palabras– la huella de su deseo.
Por eso además precisamente estoy interesado en la suerte del Otro”.
Interrogar al Otro hace que la misma interrogación recaiga sobre el sujeto. Nombra un pasaje en la clase sobre el seminario El deseo y su interpretación. El drama es que no se trata de un Otro completo, sino de un Otro que tiene una falta estructural. Falta queda identificada con deseo, y je suis esa huella.

Parágrafo 3
Trabaja el par ordenado.
Nota que recibió Lacan: “el miércoles pasado relacionó sin precisar el par ordenado y ‘un significante representa al sujeto para otro significante’”.
“Cuando el par ordenado se introduce en matemática, se necesita un abuso de autoridad para crearlo”
El abuso de autoridad, nos decía nuestro director de investigación, refiere lo que inventa Lacan, lo que él introduce (o eso es lo que escribí yo al margen de mi libro).

“Ya sea directo, ya sea indirecto, el conjunto tiene dos elementos. El resultado de este abuso de autoridad es crear un significante que reemplace la coexistencia de dos significantes”.

“El par ordenado determina estos dos componentes, mientras que en la fórmula “un significante representa al sujeto para otro significante” sería sorprendente que un sujeto determine dos significantes”.
“En ningún momento subsumí en un sujeto la coexistencia de dos significantes”.

“Un par ordenado puede traducirse como conjunto… Se trata pues de un conjunto con dos elementos que son ellos mismos conjuntos. El primero es el conjunto cuyo miembro es el primer elemento del par. El segundo tiene por miembros los dos elementos del par ordenado.
{ {S1}, {S1, S2} }

“Lejos de que el sujeto de ningún modo subsuma aquí los dos significantes en cuestión, creo que ven cuán fácil es decir que el S1 del primer subconjunto no deja de representar al sujeto, mientras que el segundo subconjunto presentifica en su forma más amplia ese tipo de relación que se puede llamar saber, y que quien me escribe llama coexistencia”.

“… ¿es concibible un saber que reúna esta conjunción de los dos subconjuntos en un solo conjunto? ¿Puede ser este, con el nombre de A, el gran Otro, idéntico a la conjunción tal como se articula aquí en un saber de los dos significantes en cuestión?”

“Si definimos el gran A como posiblemente incluyéndose, es decir, transformado en saber absoluto, este tiene la consecuencia singular de que lo que representa al sujeto sólo se manifiesta como una repetición infinita, esa que vieron escribirse como las S mayúsculas inscritas indefinidamente en la serie de paredes del círculo”.

Sobre el parágrafo 3 sólo transcribo los párrafos que leímos, mis apuntes no me permiten acotar más que: cada elemento (significante) hace conjunto, que incluye a ese elemento mismo y al conjunto vacío; y que si introduzco el conjunto vacío, se introduce el equívoco.
Falta puntuar lo que Lacan dice: que del conjunto {S1, S2} lo reemplaza por <, y>.
Estoy casi seguro que leímos hasta la página 67.
Como muy bien vaticiné en la reunión, la presente acta necesita de ustedes, todo lo que quieran agregar, contradecir, será, más que bienvenido, necesario.

Sara
La pregunta no es de que o con que se goza, pues no hay goce del sujeto, si no de que manera suple cada uno el fracaso el defecto en el campo del goce..
Recuperar la libra de carne puede ser una via, la religiosa.
Aquello con lo que se suple hay que poder esculpirlo, extraerlo dejarlo caer.

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