La forclusión del
Nombre-del-Padre en el lugar del Otro y el fracaso de la metáfora paterna,
entonces, en el resumen del Seminario 3, redactado en el curso del Seminario 5,
es decir, el escrito De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible
de la psicosis, "da a la psicosis su condición esencial, con la
estructura que la separa de la neurosis" (24) Si hay forclusión del
Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, fracasa la metáfora paterna, y esto,
"por el agujero que abre en el significado, inicia la cascada de los
retoques del significante de donde procede el desastre creciente de lo
imaginario", (25) cuando se desencadena la psicosis, es decir, cuando
"Un-padre venga a ese lugar adonde el sujeto no ha podido llamarlo
antes". (26) Es la doctrina establecida.
Ahora bien, en el Seminario
5, en el curso de las clases referidas a la metáfora paterna, semanas durante
las cuales Lacan redactó su escrito De una cuestión preliminar..., el
Nombre-del-Padre es concebido como Otro del Otro (27) Pero en el curso del
Seminario 6, El deseo y su interpretación, Lacan formula lo que
"es, si puedo decirlo, el gran secreto del psicoanálisis: no hay Otro del
Otro", (28) y entonces todo se complica, porque esto afecta,
retroactivamente, a su propia definición del significante del Nombre-del-Padre.
Sitúo aquí el punto de
viraje de lo que con el tiempo va a dar lugar a lo que conocemos como
"pluralización del Nombre-del-Padre": no el Nombre-del-Padre
sino los Nombres-del-Padre - mutación sobre la cual Lacan llamará
reiteradamente la atención, por ejemplo en el curso de su Seminario 22, R.S.I.
Ya no se trata de un significante particular, de valor constituyente,
metafórico, capaz de producir el capitonaje de todo el orden simbólico, y todo
lo demás, sino que el Nombre-del-Padre se multiplica en los
Nombres-del-Padre. ¿Relativamente a qué? A que, ahora, ya no se trata del
"todo" del orden simbólico, sino de lo que luego se llamará
"no-todo", a que, ahora, la
estructura del sujeto se define como agujereada, no porque el Nombre-del-Padre
agujerea, castra al Otro, como habrán leído por ahí, no porque el
Nombre-del-Padre barra al Otro, y que si no estuviera el Nombre-del-Padre el
Otro estaría completo. No. De movida, de entrada, la estructura es incompleta,
inconsistente, fallada, no-toda (29)
...al ser el significante siempre dos, falta
en la estructura aquel significante que podría ser uno solo. Es una manera un
poco torpe, pero didáctica, de formularlo. Si existiera este "uno
solo", no habría identificación, habría identidad.
El sujeto encontraría su identidad. Como no hay este
"uno solo", como el significante es siempre "dos", el
sujeto es lo que un significante representa para otro significante, lo que lo
lleva a una remisión indefinida -al menos en el campo del significante-, tal como
lo podemos leer en el matema de la transferencia.
Es en relación a este
agujero de la estructura que va a aparecer la noción de suplencia.
En verdad, la noción de
suplencia, como tal, ya había hecho su aparición en el curso del Seminario 4,
sobre La relación de objeto. Cuando allí Lacan se refiere a Juanito,
dice, por ejemplo, que el síntoma de la fobia es una suplencia. El caballo de
su fobia tiene función de suplencia, en la metáfora paterna, allí donde no
estaba el Nombre-del-Padre, o donde éste se sostenía mal, por carencia del
padre real.
Entonces, en ese momento de
la elaboración de Lacan la noción de suplencia era la siguiente: dado que hay
un significante necesario a la estructura, cuando este significante no está, o
cuando está más o menos, cuando está insuficientemente, por decirlo así -porque
no es que Juanito forcluya el significante del Nombre-del-Padre-, puede venir
en su lugar otro significante -en el caso de Juanito: un objeto, el caballo, en
posición de significante- en función de suplencia.
Este es, por otra parte, el sentido que proporciona el
diccionario: "Cumplir o integrar lo que falta en una cosa, o remediar la
carencia de ella. Ponerse en lugar de uno para hacer sus veces. Disimular uno
un defecto de otro".
En el caso de Juanito, y de
este uso, en general, de la palabra "suplencia", la suplencia es algo
contingente, porque depende del hecho, también contingente, de que haya un
agujero en la estructura.
Ahora bien, a partir de que
el agujero de la estructura es, digamos, situado por Lacan como siendo "de
derecho", principial, no contingente, sino esencial, y como lo único, por
otra parte, que permite la inclusión del sujeto en la estructura - si no, no
habría lugar para el sujeto, quiero decir, para el sujeto tal como es definido
por Lacan desde el 6 de diciembre de 1961, en el Seminario de La
identificación: como lo que un significante representa para otro
significante - éste no es, claro, el "sujeto" del Seminario 3 - a
partir de que en el campo de nuestra praxis, el psicoanálisis, la falta que
afecta a la estructura es radical, no
contingente, principial, es decir: no derivada de otra cosa, e irreparable,
pues el fundamento es no hay relación sexual, a partir de ahí la
suplencia hay que situarla en relación a esa falla.
Por eso es que se puede decir que siempre hay
suplencia -de ahí la idea de suplencia generalizada-, más aún, como va a
decirlo Lacan en su Seminario R.S.I., el padre mismo, el
Nombre-del-Padre mismo, es definido como función de suplencia.
¿Como función de suplencia en relación a qué? Para decirlo en términos
de significante, que tal vez son más accesibles para la mayoría: suple, en la
estructura, allí donde falta el significante del sujeto. Pero es siempre la
misma idea: donde hay una falta "de derecho" aparece una suplencia -
y entonces vamos a leer, en Lacan, el falo como suplencia, el amor como
suplencia de la ausencia de relación sexual, etc...
Pero quisiera insistir en
esto, que me parece esencial: estas faltas, estas fallas en la estructura del
sujeto, que podemos formular de distintas maneras según los años del Seminario
de Lacan, es decir, como falta de un
significante, o, más radicalmente, como "no hay relación sexual" -lo
que correspondería a los últimos Seminarios-, esta falla no es equiparable a
una forclusión. Porque la forclusión, si la sostenemos, como la Verwerfung, es
un mecanismo que se hipotetiza, que se conjetura, a partir del retorno, de ese
retorno particular del que ya he hablado. Si no mantenemos esto, pierde sentido
como término -o cambia tanto de sentido que ya no sabemos de qué agarrarnos-.
Por lo tanto, no se podría hablar, rigurosamente, de "forclusión del
significante de La mujer", por ejemplo, o de "forclusión del
significante del sujeto", o de "forclusión del significante de la
relación sexual", etcétera..., porque esos
"significantes" no tienen por qué estar, y por lo tanto no son
susceptibles de soportar el mecanismo forclusivo.
La estructura de lo simbólico -para atenernos a ella-
es incompleta, no-toda, pero esto no significa que le falte tal o cual
significante, sino que la función del sujeto es la carcoma que la
descompleta una y otra vez en la repetición, así como la función del goce la
hace inconsistente.
Entonces, para concluir,
hablar de suplencia generalizada es afirmar que siempre hay suplencia,
porque la falta en la estructura es principial. Podemos llamar a esta falta, a
este agujero deslocalizado, de muchas maneras, y finalmente Lacan la denomina
"no hay relación sexual", fórmula a la cual, en su Seminario El
momento de concluir, le da el estatuto de "fundamento del
psicoanálisis", es decir, de algo que funda pero no es fundado, que es
fundamento de todo lo demás y no se deriva de nada.
Bien, antes de pasar a
las preguntas y al diálogo con ustedes, me gustaría dejar aclarada una diferencia
entre suplencia y suplemento.
Es importante no confundir
ambos términos, y a veces, en la lectura apresurada del Seminario, se pasa por
arriba de esta diferencia. Una cosa es la suplencia y otra cosa es el
suplemento, están articulados pero no se confunden. ¿Conocen esta diferencia?
Bueno, después les voy a dejar la copia de un artículo que publiqué
recientemente, en el número 16 de los Cuadernos Sigmund Freud, y que
titulé El sínthoma: entre lo suplementario y la suplencia, donde trato
esta diferencia (30) Pero voy ahora a adelantarles algo.
Suplencia, entonces, es esto
que acabamos de decir: allí donde hay falta, agujero, algo viene a suplir en
esa falta. Si consideramos que esa falta es no contingente, entonces hablaremos
de suplencia generalizada. El suplemento, en cambio, es algo que se agrega; se
parece en eso a la suplencia, cuando esto que se agrega, se agrega en un campo
donde hay falta; pero el suplemento,
en principio, no se define por relación a la falta.
Una vez sostuve un pequeño
debate, en la Escuela,
con Carlos Ruiz. Como se trata de alguien a quien aprecio y respeto, esa
discusión me dejó reflexionando bastante tiempo, y luego ví que eso me aportaba
una manera ejemplar de presentar el problema. No sé si para chicanearme un
poquito en uno de esos giros que suelen tener los debates públicos, en esa
ocasión Carlos Ruiz me propuso esta diferencia, según el valor de uso de las
palabras, lo cual me pareció excelente: el suplemento del diario La Nación, el suplente
de un equipo de fútbol.
Consideremos estos términos
precisamente en su valor de uso. Debemos tener en cuenta que el suplemento del
diario La Nación
es algo que puede agregarse a una, a varias, incluso a todas las ediciones del
diario. Sea, por ejemplo, que el lunes el suplemento viene con una sección
dedicada a deportes, el martes con una sección dedicada al acontecer cultural,
el miércoles dedicado principalmente al estreno de espectáculos, etc... Este
agregado, el "suplemento", no vuelve al diario otro que el que es, ni
vuelve más acabada su identidad de diario. Su falta -si pudiera decirse, pero
no se puede: cuando no hay
suplemento, éste no falta-, la "falta" del suplemento,
entonces, tampoco vuelve al diario La
Nación otro que el que es. Sigue siendo el diario La Nación. Y si está
establecido que los viernes descansa un sector del diario y que ese día no hay
suplemento, ese día no falta el suplemento. Es decir, un diario tiene o no tiene suplemento, pero jamás carece de él.
En este sentido fue un
hallazgo que Carlos Ruiz me remitiera al valor de uso de las palabras, porque
si consultamos "el discurso sabio de los diccionarios", como a veces
decía Masotta, podremos ver ahí que una de las definiciones del suplemento
que proporciona no deja de remitir al complemento -"lo que completa
una cosa"-, y eso es un problema, porque vamos a decir que hay suplemento
allí donde no hay complemento.
Vean, me doy cuenta en
este momento que, sin deliberación de mi parte, me acabo de encontrar con algo
que había dejado para después, en esta charla, pero que después no retomé.
Tiene que ver, precisamente, con la cuestión del complemento.
La mencionada tripartición
entre neurosis, psicosis y perversión, en tanto delimita regiones del ser,
¿saben lo que supone y sostiene? Supone y sostiene el universo del discurso.
El universo del discurso quiere decir esto:
Gráficos
disponibles en la
Biblioteca de la
EFBA
que tenemos una clase que
llamamos A, que agrupa a todos los elementos que pertenecen a la misma,
a la que le hace complemento otra clase que llamamos no-A, lo que
escribimos con la barra de la negación arriba. Se trata, precisamente, de la negación
complementaria, propia de la lógica clásica, que Lacan discute en su
Seminario sobre La lógica del fantasma. Según el modelo de una oposición
binaria, los elementos a los que se refieren las proposiciones que expresan un
mismo "estado de cosas", como dicen los lógicos, por la afirmación o
por la negación, se distribuyen entre la clase y su complemento. Un elemento
pertenecerá a la clase o a su complemento, pero no a ambas. Los lugares son
intercambiables: puedo llamar no-A a la primera clase, en cuyo caso su
complemento será A. Puedo considerar otras clases, B y C,
por ejemplo, y someterlas a todas a la operación de la reunión; en cuyo caso al
complemento pertenecerán todos los elementos que no pertenezcan a la nueva
clase ABC que resulta de la reunión. Siempre se trata del mismo
procedimiento: si sumamos la clase y su complemento tenemos la clase universal,
U, el universo del discurso referido a los elementos en juego.
Ahora bien, el problema,
desde el psicoanálisis, si es cierto lo que éste sostiene: que no hay
universo del discurso -porque ningún significante se significa a sí mismo
sino para redoblarse en la repetición, y el sujeto que de él depende hace
estallar entonces el universo del discurso-, el problema es que la tripartición
entre neurosis, psicosis y perversión no puede funcionar entonces como universo
del discurso, según lo cual lo que no es A será entonces no-A, B
o C, etc... La función del sujeto que introduce el discurso
psicoanalítico, es decir, un sujeto constituido por el lenguaje y dividido por
eso, hace estallar ese universo del discurso. ¿Se entiende? Ahora, ¿qué pasa?
Como todos los días nos encontramos con casos que no podríamos encuadrar ni
aquí ni allá ni acullá, se ha probado introducir una nueva categoría, una nueva
clase, que sería la de los borders. Este término, que parece haber
cobrado nuevas fuerzas entre los lacanianos de hoy, tendría entonces una
función de suplencia en relación a la falla que la clínica introduce en el
universo del discurso nosográfico, pero atención: una función de suplencia
-¿cómo decirlo?- que se pretendería exitosa en cuanto a devolverle completud a
ese universo del discurso herido por la clínica, es decir, una función de
suplencia que alcanzaría la dimensión del complemento. Entonces tendríamos:
neurosis, psicosis, perversión... y borders - y ya está, hasta nuevo aviso,
todo completo: el nuevo término habría llegado a tiempo para suturar la falla
introducida por la clínica.
Pero ahí está el problema.
Que si la clínica psicoanalítica es una clínica del sujeto, es decir, una
clínica de la singularidad, de lo singular -que no hay que confundir con lo
particular-, no podemos sostener el universo del discurso... Porque el sujeto
es lo que falta en el universo del discurso. No sé si está claro. Entonces, la
clínica del caso por caso es una clínica antinómica de la clínica de neurosis,
psicosis, perversión y borders.
Esto no quiere decir que no
debamos hablar más, entonces, de neurosis, de psicosis y de perversión, porque
de alguna manera tenemos que hablar entre nosotros y, como les decía al
comienzo, formular un saber transmisible. Pero, como también les decía al
comienzo, a sabiendas de que este saber es a volver caduco
no bien reinstalamos en él al sujeto de la enunciación.
Bueno, cierro este
paréntesis, y volvemos a la diferencia entre suplemento y suplencia.
Ya nos referimos al suplemento del diario La Nación, veamos ahora qué decir del
suplente de un equipo de fútbol.
En cuanto al suplente de un
equipo de fútbol, conviene recordar que entra en el juego cuando el jugador
titular, por las razones que fueran, no está. Pero subrayo: a diferencia de lo
que decíamos del suplemento del diario La Nación, el jugador titular debe estar, y
si no está, entonces falta, y cuando falta, entra el jugador suplente.
En otro diccionario encontré
otras tres definiciones del verbo suplir -no confundir con suplementar-:
la primera definición dice "completar lo que falta en una cosa", lo
que, como decíamos, llevaría la suplencia del lado del complemento, por lo que
no podemos aceptar esta definición, en razón de que no hay universo del
discurso. La segunda definición dice
"remediar una carencia" y esta definición es muy interesante, porque
nos remite a ese proverbio o refrán que todos conocemos, y que dice que "a
veces el remedio es peor que la enfermedad"; porque si la enfermedad de la
estructura es que no hay relación sexual, su remedio es el síntoma, es decir,
que pagamos con nuestros síntomas el intento de desconocer la
"enfermedad" que nos constituye como sujetos: que no hay relación
sexual. Y la tercera definición: "disimular un defecto", puede ir
también por ahí.
Pero insisto, a riesgo de ser reiterativo: en la
falta, en la carencia, en la enfermedad, en el defecto de la estructura, no se
trata de algo que, pudiendo o debiendo estar, no está, sino de un imposible.
Este imposible es el que funda la estructura. Y es en relación a este imposible
fundante que desempeña su papel la función de suplencia, en sus distintas
presentaciones por parte de Lacan, a las que ya he aludido.
¿Cuál es la consecuencia inmediata de esta posición de la estructura? La
de que ninguna suplencia en ella podría saturar la falla de la estructura, que
sigue siendo la de un imposible. Dicho de otro modo, la estructura, a
diferencia de lo que sostiene el fantasma, no hace universo.
A diferencia del suplente de
un equipo de fútbol, digamos, que también suele entrar en "el
complemento", es decir, en el tiempo complementario, cuando el titular
está cansado y el marcador definido, la función de suplencia, porque de
ningún modo podría resultar complementaria -no hay Otro del Otro-, sólo
podría cumplir su papel como suplementaria.
Bueno, para concluir,
ahora sí. Hay dos problemas que se presentan en nuestra actualidad. Uno es el
discurso universitario, sobre el cual creo haberme explayado hoy
suficientemente; el otro, es el de la magia. A veces van juntos. Curiosamente,
en la institución lacaniana donde más parece regir el discurso universitario,
es donde más interesados parecen estar en hacer psicoterapia, aunque, por
cierto, no la llaman así ahí. Un autor a quien respeto mucho sostiene que este
sector del lacanismo confunde el psicoanálisis con la plomería, pero bueno,
convengamos que, a su manera, ellos se hacen cargo de que el psicoanálisis tal
vez no sea para todos, y de que, gracias a Dios, en el psicoanálisis todavía
existen los problemas.
El asunto es así: ¿qué hacer
con esos casos que no entran en ninguna parte, que presentan síntomas que no se
abren a la transferencia, casos que no entran en ninguna parte o que entran en
todas partes, casi por igual? ¿Qué hacer con esa multiplicidad heteróclita que
se pretende agrupar con el chaleco de fuerza del término borderline? Es
decir, con eso que de todos modos no hace conjunto, que entiendo que no puede
hacerlo: manifestaciones clínicas de lo más dispares que pueden asociarse
-aunque en verdad no hacen sociedad, porque permanecen como apartadas del
resto- tanto a una neurosis, como a una perversión, como a una psicosis... si
queremos mantener, con los recaudos del caso, los términos consagrados por el
uso. ¿Qué hacer con esas presentaciones de lo patológico -impulsiones,
toxicomanías, anorexia y bulimia, lesiones mal llamadas
"psicosomáticas", etc.- que sólo agrupan los distintos grados de
nuestra ignorancia?
Primera respuesta: no tengo
la menor idea.
Segunda respuesta: a veces
es preferible no tener respuesta a tener una mala respuesta, porque la mala
respuesta hipoteca la posibilidad de que alguna vez surja una respuesta que sea
eso: una respuesta. No una buena respuesta, no una respuesta suficiente, porque
nunca tendremos respuestas suficientes, si es cierto todo lo que dije al
comienzo, en cuanto a que toda respuesta, o mejor, a que toda respuesta que se
pretenda "toda", es saber establecido. Simplemente, pero nada menos,
una respuesta que no cierre el camino.
Bases para intentar una
tercera respuesta: me parece que el problema pasa por lo siguiente. Nosotros
estamos todavía -más allá de nuestros esfuerzos por seguir los últimos
Seminarios, por estudiarlos, por interpretarlos, etcétera- todavía estamos
"formados" por los primeros Seminarios de Lacan. Es decir, por el
Lacan de la primacía de lo simbólico sobre los otros dos registros, de la
primacía del significante sobre el significado con exclusión del referente, del
desciframiento del síntoma, etc... ¿Están de acuerdo con esta caracterización?
Es como lo que más nos ha hecho, nos ha "formado", decía... con lo
que esto comporta, también, de resistencia. No importa que nos rompamos la
cabeza con los últimos Seminarios, con el nudo borromeo, con el retornamiento
del toro... Igual, eso otro es lo que más hemos trabajado, lo que más hemos
puesto a prueba en nuestra praxis, tal vez en nuestros análisis, y nos cuesta,
inevitablemente, salir de eso y pasar a otra cosa.
Ahora bien, en términos muy
generales, "eso", desde esta perspectiva, que correspondería a ese
Lacan de hasta, digamos, 1972 -este corte es absolutamente arbitrario, por
supuesto-, eso implica algo que podríamos formular así: el inconsciente es
la hipótesis de que el discurso es descifrable, lo que no es falso, pero no
es todo. Pero subrayo esto: sin esa hipótesis, no veo por qué le daríamos la
palabra a alguien, del modo en que se la damos. Es la hipótesis de que el
síntoma es palabra amordazada, o la hipótesis de que el síntoma es descifrable
por ser del orden de una escritura -aunque estas dos maneras de caracterizarlo
no sean, en verdad, estrictamente equivalentes-. El inconsciente es la
hipótesis que constituye un campo común para diferentes fenómenos -llamémoslos
así- como el sueño, el acto fallido, el chiste, el síntoma... ¿Qué es lo que
hace que a todas estas cosas, heterogéneas en su presentación, las digamos como
formando parte de un mismo conjunto? Que las denominamos "formaciones del
inconsciente".
El inconsciente, que nunca
lo tocamos, que nunca accedemos a él, es el nombre de esa hipótesis que nos
permite agrupar todas esas cosas, en tanto arrastra consigo la tesis de su
desciframiento. Así, el sueño es descifrable, el lapsus es descifrable, el
síntoma es descifrable, etc... Son descifrables, porque el inconsciente es la
hipótesis de que esos fenómenos son ya, en verdad, cifras, cifrados.
Ahora bien, estos cifrados
que denominamos "formaciones del inconsciente", como todo
descifrable, incluyen su propio indescifrable. Lo indescifrable es el límite de
lo descifrable, y sin este límite de lo indescifrable no habría desciframiento
posible. Es decir, que la hipótesis del inconsciente, o el inconsciente como
hipótesis de que el discurso es descifrable, incluye, dentro de su noción, un
indescifrable. Podemos llamar a esto, por ejemplo, "ombligo del
sueño" o "represión primaria" -con Freud-, o "goce"
-con Lacan-, como querramos llamarlo, y añadir a continuación que el análisis
no se limita al desciframiento, interpretativo, por ejemplo, que también es
preciso el deseo del analista poniendo en marcha la transferencia, etc... Pero
quiero precisar esto: este indescifrable es relativo a lo que es
descifrable, es decir, es límite de lo descifrable, límite incluso en el
sentido matemático del término.