DANIEL
RUBINSZTEJN
Introducción
A partir del
Seminario 5, Las formaciones del
inconsciente, se comienza a perfilar en la enseñanza de Lacan, una noción
que será nombrada 10 años más tarde, plus de gozar (o plus de goce), cuyos
antecedentes freudianos los podemos hallar en el uso de la palabra Lustgewinn: ganancia de placer.
Es el invento del
objeto a, como paso intermedio, el
que abrió las puertas a la introducción en el discurso analítico, de una noción
importada de la economía política.
El valor de esta
noción, en nuestra práctica, está dado por su articulación con la pérdida de
objeto, la repetición - la imposibilidad de la repetición-, y la conformación
de los síntomas.
Nuestro objetivo
será subrayar la importancia de la noción plus del goce en el desarrollo de la
enseñanza de J.Lacan y su relación con el placer del chiste y con el objeto
perdido tal cual Freud lo desarrolló.
También será
nuestro propósito insistir en que entre lo perdido y lo recuperado hay una
distancia insoslayable.
El marco de nuestro
texto está comprendido fundamentalmente entre los seminarios 5 y 16 de J.
Lacan.
Recuperación
Hay una pérdida,
hay pérdidas. Desde Freud podríamos afirmar que: “en el comienzo era la
pérdida”. Este será nuestro punto de partida:
a)
De la experiencia de satisfacción.
b)
De la madre
c)
Del seno, de las heces
d) La castración
Las pérdidas serán
un rasgo, una constante de los (des)encuentros en la vida.
Cuando Freud
analiza la función del chiste (1905), sus tendencias y su mecanismo, resalta
una equivalencia entre el placer que obtienen los niños del juego vocálico con
los sonidos, y el placer que se encuentra en el chiste.
El placer del juego
verbal quedará reprimido en el tiempo en que los niños comienzan a otorgar
sentido a las frases. Esa pérdida, se “recupera”, es decir, se intenta
recuperar -como recompensa- en el chiste, con la aparición de un sentido nuevo,
que sorprende al oyente. Hay en el
chiste una tensión entre, la pérdida del sentido, el suspenso durante el relato
y el reencuentro placentero y sorpresivo en el remate del chiste. Con la risa
arrancada al partenaire, se recupera algo de placer (perdido).
Este trabajo, que se toma el relator,
necesita de la presencia del otro como semejante, como partenaire, que además
sanciona con su risa, es decir, desde donde retorna el mensaje en forma
invertida (Tú has dicho un chiste). Así, este otro, en ese instante, deviene
Otro[1].
La clave es el
intento de alcanzar, por intermedio del oyente, sin cuya presencia no habría
posibilidad, una “lograda y exitosa” recompensa.
Se trata de “una
sombra feliz”, de una realización no plena, fallida, de cosechar placer, de
recuperar lo perdido. La mención al mito de Orfeo y Eurídice (Lacan, S.11)
recuerda, justamente, que el intento de recuperar sólo logra volver a perder.
La recompensa anoticia de la pérdida.
La sorpresa
presentifica, tanto en el chiste como en la interpretación analítica, que se ha
descompletado a la batería significante. Si es posible agregar, sorprender, es
que algo falta. Mejor dicho, se lo hace faltar en acto, en el instante del
remate del chiste o en el efecto de la interpretación.
Ambigüedad
Hay una ambigüedad
en el uso del término “plus”, porque si bien hace alusión a la existencia de un
más (+), habla de una pérdida (–).
En la teoría
económica de Marx, el objeto transmuta su valor de uso en valor de cambio. El
trabajador con su trabajo genera un excedente que no reintegra y que es
apropiado por el capitalista. Entonces: ¿a quién pertenece ese plus?
Hay una parte suplementaria,
que se acumula en el exterior del asalariado (enajenación).
Lacan establece una homología entre la plusvalía
del discurso de Marx y el plus de gozar. La novedad es el hecho de que haya un
discurso que articule ese menos con un plus, algo que viene entonces en más al
lugar mismo de la pérdida.
Lacan encuentra en
el texto “El Capital”, de Marx, una relación entre la plusvalía que obtiene el
capitalista y la risa:
“Marx concede todo
el tiempo para que esta defensa, que no parece más que el discurso más honesto,
se explaye, y entonces señala que este personaje fantasmal con el que se
enfrenta, el capitalista, ríe. … la conjunción de la risa con la función
radicalmente eludida de la plusvalía, cuya relación con la elisión
característica que es constitutiva del objeto a ya indiqué lo suficiente. El sobresalto, la conmoción, el poco
más poco menos del que hablaba hace un rato, el juego de manos, el tejemaneje
que los sorprende en el vientre en el efecto del chiste, todo esto gira en
torno de la profunda relación entre la elisión y la risa”. (S. 16, clase 4)
Goce –
plus de goce
El acento no lo ubicamos en qué o con qué se
goza, pues no hay goce del sujeto, sino de qué modo suple cada uno el fracaso,
el defecto en el campo del goce. El plus de gozar responde
a la pérdida de goce. El objeto a es
para Lacan simultáneamente una pérdida de goce y el plus de goce que la
repara.
La existencia misma
del discurso implica una renuncia al goce. Pero, paradójicamente, el discurso
mismo otorga los medios de gozar.
Dice Lacan: “la
topología del goce es la topología del sujeto”, por lo tanto, hay interior y
exterior que no están completamente cerrados. Inventa el neologismo poursoit: para sí = para él; algo que es
mío pero no es mío. Por eso la relación del sujeto y el goce no es de
apropiación. En este punto de borde ubicamos el plus de gozar, o sea, el exceso
de un goce montado sobre una pérdida, tal como señala Freud en “La cabeza de
Medusa”: la multiplicación es una manera de tratar la falta.
Lacan advierte: “El
sujeto hace la estructura del goce, pero, hasta nueva orden, todo lo que se
puede esperar de esto son prácticas de recuperación. Es decir que lo que el
sujeto recupera no tiene nada que ver con el goce, sino con su pérdida”. Puesto
que el discurso es exclusión del goce del cuerpo, todo plus de gozar implica
una pérdida, un plus que es menos.
En la Tercera, Lacan ubica al plus de goce en el centro del nudo,
mientras que los demás goces (goce fálico, goce del sentido y goce del Otro),
se conectan con el plus de goce pero son éxtimos a él.
Subrayar en nuestro
texto esta dimensión del plus de goce, también apunta a poner en cuestión
alguna forma de positivizar al goce; Vg.: ¿de que goza tal paciente? O ¿hay un
goce allí?, etc.
Creemos que tanto
goce y deseo, con su intermedio, la angustia, ponen de relieve la falta en ser,
y algún exceso montado en un defecto.
Juego, repetición
La referencia que
hace Lacan en el S.16 a la apuesta de Pascal, nos recuerda que la entrada a la
mesa de juego ya implica una pérdida. El sujeto freudiano es pasivo: depende
del significante, el deseo es del Otro, el discurso es del Otro, padece el
Inconsciente, pero su actividad, su acción, es el juego. El juego de repetición
del nieto de Freud, con el carretel y con la imagen en el espejo, acompañado
por la expresión alternada de los vocablos o-a, leída por Freud como fort-da, indica que el sujeto se
constituye fuera (fort) de sí,
renuncia a la madre, ingresa en la cultura, es decir al malestar.
Recordemos que lo
que a Freud le llama la atención es que su nieto repite el movimiento
displacentero, es decir que juega a estar afuera. Hay necesidad de repetición
porque hay caída de goce.
Juego, luego
existo.
La disposición al
juego (actividad) es la disposición a la pérdida: se ingresa perdiendo. Se
trata, como en la operación alienación-separación[2], de
una elección forzada.
Sin pérdida de goce
no hay juego…de la vida. La constitución del sujeto es contemporánea de una
pérdida irremediable.
Pierdo, luego
existo.
La entrada en el
logos nos empuja paradójicamente a una renuncia pulsional y a una búsqueda
incesante de recuperación por medio de aquello mismo que desencadena el
malestar[3].
El objeto a es el que impulsa a la repetición. En
cada búsqueda del objeto, éste se pierde, no se produce el encuentro, hay
una evocación constante al vacío. El objeto a
es activo y el efecto de esta actividad es poner al sujeto en posición
subvertida, descentrarlo de sí mismo.
El Superyo es el
nombre de la instancia[4] que
no cesa de exigir renuncia (a la pulsión), y nos declara permanentemente
insuficientes ante el goce que se pierde (“el asesinato del padre ha sido
infructuoso”, dice Freud); ninguna renuncia logra saciar a esta instancia
“obscena y feroz”. También el Superyo exige renunciar a lo posible precisamente
porque no deja de empujar a lo imposible (renegando que lo es), es decir:
ordena gozar.
Es la marca en el
sujeto de que hay significante, de que se es hijo del significante, que es a su
vez límite y vía de goce.
Yo, la verdad, hablo
“Todo lo que hay en
el mundo solo se vuelve propiamente un hecho si se articula con el
significante” (S.16).
El estatuto que
Lacan le otorga a la verdad es designar en el decir, a la falta.
“Lo que del hecho
no puede decirse se designa en el decir, por su falta, y eso es la verdad. Por
eso la verdad siempre se insinúa, pero puede inscribirse también de manera
perfectamente calculada allí donde solo ella tiene su lugar, entre líneas” (S.
16).
Entonces, cuando la
verdad se diga, el sujeto va a “aparecer”. Así planteamos al sujeto como
movimiento entre los significantes. El sujeto estaría entre dos elementos no
sustanciales, que lo representan, es decir lo “desaparecen”. Podríamos postular
entonces, que el sujeto nunca se presenta en sí mismo (no es una sustancia),
sino que lo que se hace presente es aquello que lo representa.
Cuando en el
discurso se produce un corte en la cadena, un fallido, aparece algo de otro
orden, distinto al enunciado:
sujeto de la
enunciación
sujeto de un decir
sujeto del inconsciente
sujeto subvertido
sujeto representado
sujeto supuesto
sujeto dividido
La verdad, cuando
aparece, revela y dice, consuma y realiza la falla del sujeto. La pone en acto.
Mientras no hablo soy una luna. Cualquiera que hable muestra su falla.
Falla de la
demanda, del deseo, del sujeto. La característica es la falla.
El fallido, por
tanto, es el acto. Es un acto logrado. Se logra mostrar la falla, porque no hay
universo de discurso, porque el significante que representa al sujeto, y
descompleta al Otro, está afuera (del conjunto Otro). Cada vez que hay un
fallido, se revela que el Otro no está completo.
Lacan propone esta
ilustración: una hoja en blanco, finita, dónde se encuentran inscriptos la
totalidad de los significantes, esto es posible si elegimos el nivel en el que
el significante se reduce al fonema. Si ponemos todos los fonemas en una
página, al sujeto es necesario ponerlo afuera, pero está (es) entre
significantes. Si quedara adentro el sujeto sería un fonema. Es una versión de la
paradoja de Russell.
Plantea Lacan:
“Fuera de la página en blanco estará el S2, este otro significante que interviene
cuando enuncio que el significante es lo que representa a un sujeto para otro
significante. El S2 está fuera de la página”.
“En la medida que
el campo del Otro no es consistente, la enunciación adopta el giro de la
demanda, y esto antes incluso que se aloje allí lo que sea que carnalmente
responda a eso”. Ir lo mas lejos en la interrogación del campo del Otro
como tal permite percibir su falla.
“Pero nosotros
tenemos otra cosa que hacer que lógica matemática, porque nuestra relación con
el Otro es una relación más ardiente, una relación de demanda.” (Lacan, S.16)
Significante de una
falta en el Otro, quiere decir entonces, que el Otro es inconsistente. Por
ello, el análisis es una práctica de alquimista, porque manipulamos una
sustancia explosiva, la libido (sustancia gozante, la llama Lacan), que se
presenta en la transferencia como esa relación ardiente que se establece entre
el sujeto y el Otro.
Síntoma
Para Lacan, el hecho
es pathos del significante, porque
todo lo que hay en el mundo es un hecho sí y sólo sí está articulado con el
significante. Y para que haya sujeto, es necesario que el hecho sea dicho.
“Hay sufrimiento
que es hecho, es decir que encubre un decir. Por esta ambigüedad se refuta que
sea insuperable en su manifestación. El sufrimiento quiere ser síntoma, lo que
significa verdad”.
Si el sufrimiento
es hecho, es que ya está atravesado por el significante. Pero que esté
articulado por el significante no lo eleva al estatuto de síntoma, sino que
aspira a ser síntoma: nos encontramos con un sufrimiento que es atravesado por
el significante (hasta aquí sería un hecho) y que es posible que se manifieste,
y el modo de manifestarse es como síntoma.
O más claro: que
haya un sufrimiento que encubra un decir, es un hecho. El hecho no es un
síntoma, sino que el síntoma es el modo en que el hecho se manifiesta, es
decir, la manifestación de un decir que se sufre.
Y por último, el
síntoma designa lo que del hecho no puede decirse, “lo que significa verdad”.
“La medida en que
cada uno sufre en su relación con el goce, en la medida en que este solo
interviene por la función del plus-de-gozar, he aquí el síntoma…”
Para concluir
“Creo haber
enunciado bastante desde el comienzo de este año que el plus de gozar se
distingue del goce. El plus de gozar es lo que responde, no al goce, sino a la
pérdida del goce, en la medida en que de ésta surge lo que se vuelve la causa
conjugada del deseo de saber….”.
Entonces el “a”
tiene 2 funciones: 1) como plus de gozar: indica lo que se pierde
2) como
causa del deseo: motoriza al deseo
Retomando lo que
nos interrogaba en un principio, afirmamos que el objeto a es causa de deseo o plus de gozar, es una disyunción inclusiva ya
que es la única vía de conexión entre el conjunto de significantes y lo real.
Lo real en tanto imposible de simbolizar, en tanto imposible de comprender está
mediatizado por el objeto a, como
aquello que nunca termina de cerrarse respecto del conjunto. Delimita lo que no
cierra, la abertura en el mundo significante. Ese mundo generó un real. El
objeto a es el efecto de lo real en
el cuerpo, es la intersección entre el sujeto y el Otro, a ambos le falta el a.
“…Hay tipos que
braman, hay tipos que claman, hay tipas que hacen drama. Todo esto vale.
Simplemente, nunca sabrán nada de lo que quiere decir esto, por la sencilla
razón de que el deseo no puede decirse. El deseo no es más que la desinencia
del decir y por eso esta desinencia primero debe delimitarse en el puro decir,
allí donde sólo el aparato lógico puede demostrar su falla.” (S.16)
BILBIOGRAFIA
Freud, S.:
El chiste y su relación con el inconsciente. O.C. T.1, B. Nueva, Madrid 1948.
“ : Malestar en la cultura. O.C. T.
3, B. Nueva, Madrid 1948.
“ : Más allá del principio del placer.
O.C. T.1, B. Nueva, Madrid 1948.
“ : La cabeza de medusa. O.C. B.
Nueva, Madrid 1948.
Lacan, J: Seminario 5. Paidós, Buenos Aires 1999.
“ : Seminario 11. Seix Barral, Madrid 1974.
“ : Seminario
16. Paidós, Buenos Aires 2008.
“ : Escritos
2,”De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”.
Siglo XXI, Méjico 1976.
“ : Escritos 2, “Posición del inconsciente”. Siglo XXI, Méjico 1976.
“ : La tercera. Intervenciones
y textos 2. Manantial, Buenos Aires 1993.
[1] Un hombre, a quien llamamos “primero” aborda a una
mujer, a quien llamamos “segunda”. Ya sea que el resultado sea un éxito o un
fracaso se le impone contar la escena a otro, “tercero”. Podría ser contado del
lado de la hazaña o del lado de la burla sobre sí mismo. Este otro,
“tercero” como partenaire cumplirá un rol pasivo a la espera del relato, un rol
femenino en el mismo punto en que reemplaza a la mujer, “segunda”, de la escena
primera.
Al
mismo tiempo este otro partenaire en el chiste encarna diversos niveles:
por un lado es un otro semejante al mismo tiempo que un Otro tercero, Otro como
tesoro de los significantes, lugar compartido desde donde se sanciona el efecto
chiste. Extraído del texto de C.Glasman: “Las enseñanzas del chiste”, en Encuentros con la satisfacción.
[2] En “Posición del Inconciente”, Lacan indica que en la
relación del sujeto a la cadena significante que lo constituye, sufre un rechazo;
es la alienación del Otro: un rechazo del Otro, porque carece de un
significante que lo determine, y del mismo modo un rechazo al Otro.
El
significante entonces rechaza (sólo representa), no otorga existencia. No hay
equivalencia entre significante y sujeto barrado, hay: fading, rechazo,
alienación, pérdida.
[3] No hemos desarrollado en
este texto que una de las funciones del fantasma es crear un escenario en el
que aparece como posible alguna recuperación pero ya no de goce sino de placer.
Hemos puesto el acento en la función del discurso y al final, en el síntoma.
[4] “Pero aun es necesario que el sujeto adquiera el orden
del significante, lo conquiste, sea colocado respecto a él en una relación de
implicación que lo afecte en su ser, lo cual culmina en la formación de lo que
llamamos en nuestro lenguaje el Superyo” (Seminario 3).